Anexo, sinónimo de tortura y muerte

La distancia entre la Ciudad de México y Nueva York es de 4 mil 321 kilómetros. A lo largo de dos décadas, José Luis Manzo, de 50 años, originario de Los Reyes, La Paz, Estado de México, recorrió esa distancia una veintena de veces, lo que equivale a dos vueltas al mundo.

José Luis, carpintero que trabaja en la industria de la construcción, emigró a Nueva York en julio de 1998, unos meses después del nacimiento de Luis Ángel Manzo Irineo, su segundo hijo. El plan, como el de millones de migrantes mexicanos, era sencillo: irse a “al otro lado”, trabajar, ahorrar, enviar dinero y volver a su país.

En el 2000 regresó a México, pero sólo para confirmar que la distancia, el tiempo y su ausencia habían erosionado la relación con Ángela, la madre de sus hijos. Se separó de ella y volvió a los Estados Unidos. Allí conoció a su actual esposa y obtuvo la nacionalidad.

Desde entonces, una vez al año, visitaba a sus hijos, “sus muchachos”, como él los llama, para pasar las vacaciones decembrinas con ellos. Llegaba con cuatro maletas a cuestas y muchos obsequios bajo el brazo.

José Luis tomó una treintena de vuelos en dos décadas. Ante sus ojos, en los últimos años, el espejo verde del Lago de Texcoco fue desapareciendo para mostrar la silueta en forma de “X” del fallido Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM).

Nunca había atravesado el cielo de su país en días nublados. Hasta aquella mañana trágica, cuando recibió una noticia devastadora.

El 30 de julio de 2018, a las 7:00 a.m., le avisaron que Luis Ángel, su hijo de apenas 20 años, “su muchacho”, había fallecido al interior del anexo “Grupo Generación Nezahualcóyotl”. La causa: una neumonía bilateral, según la versión oficial.

Compró el primer asiento disponible que encontró en un vuelo sin escalas y viajó apenas con 40 dólares en su cuenta bancaria.

Esta vez no había itinerario ni cuatro maletas.

Esta vez solo había desconcierto, rabia y una profunda tristeza.

Antes de aterrizar, ante sus ojos húmedos, enrojecidos, desfiló un cielo nublado, con visos de tormenta.

En 1998, José Luis se despidió de Luis Ángel, en su primer viaje de ida a los Estados Unidos. A ese bebé de nueve meses de edad le prometió que, a pesar de la distancia, velaría por él.

En 2018, José Luis se despidió de Luis Ángel, en su inesperado viaje de vuelta a México. A ese joven, cuyo semblante apacible lo interpelaba detrás del cristal de un ataúd, le prometió que, a pesar de la distancia, buscaría justicia.

José Luis llegó a Los Reyes, La Paz, en el momento en que velaban el cuerpo de su hijo en la casa de su madre, fallecida hace algunos años, ubicada en la colonia Carlos Hank González.

En el aire flotaba el olor a flores frescas y café quemado. En el centro de la sala, bajo luces mortecinas, descansaba el ataúd con el cuerpo de Luis Ángel. José Luis se acercó al féretro, como si se asomara a un abismo, y encontró detrás del cristal el rostro inmutable de su “muchacho”.

Ese contraste entre la vida y la muerte, esas imágenes que le parecían absurdas, hizo estallar a José Luis: “Los padres no deberían enterrar a sus hijos”, pensó.

La rabia lo invadió hasta secarle la boca.

José Luis, impulsado por una ira que se transformó en desesperación, se acercó a su hermano Alejandro.

–Préstame las llaves de tu camioneta, por favor.

A la camioneta subieron José Luis, Alejandro, Alicia, su hermana mayor, y Concepción, su cuñada. José Luis ocupó el asiento del copiloto y observó cómo el cerro que se dibujaba en el horizonte había sido devorado por la mancha urbana.

Llegaron al anexo, ubicado en una cerrada, tras conducir sobre una ruta laberíntica que parecía conducirlos al final de un túnel. Era una vivienda de dos plantas, habilitada como centro de rehabilitación.

José Luis tocó la puerta y, ante él, apareció un joven malencarado:

–Hola. Soy el papá del joven que falleció aquí. ¿Puedo pasar? –se presentó José Luis.

José Luis se preguntó por qué los peritos no habían resguardado la ropa como elemento de prueba. El hecho de que las prendas mojadas de Luis Ángel estuviesen en el anexo confirmaba un error en la cadena de custodia.

De acuerdo con el numeral 227 del Código Nacional de Procedimientos Penales y el artículo 25, fracción XX, de la Ley General del Sistema de Seguridad Pública, todo servidor público (fiscal, policía y peritos) deben de tener el cuidado necesario en todo momento, en cuanto al resguardo de la cadena de custodia, debido a que cualquier “contaminación” de los indicios de la escena del crimen altera de forma significativa el resultado de un proceso penal y, de ese modo, condenar o absolver al presunto responsable.

José Luis se presentó en el Centro de Justicia y les explicó que el personal del anexo le acababa de entregar la ropa húmeda de su hijo. Con cinismo, un funcionario le indicó que la entregara al comandante Alarcón, para que la pusiera en custodia.

Alarcón lo recibió. José Luis le reclamó por dejarlo plantado afuera del anexo, Alarcón se excusó, alegando que tuvo que ir a comer. José Luis cambió de tema y le mostró la ropa de Luis Ángel.

–Mira lo que me entregaron… Y está toda mojada, ¿no se te hace raro?

–¡Dámela, pues! O dime… ¿Qué quieres dejar?

–¡Todo! Es evidencia.

UN OSCURO CAMINO HACIA LA JUSTICIA

En un giro extraño de las indagatorias, el agente del ministerio público integró a la carpeta de investigación notas de evolución médica sobre Luis Ángel, elaboradas por el personal sanitario del Hospital General Regional La Perla, que datan de agosto de 2012, cuando él tenía 14 años. En esa ocasión, Luis Ángel fue internado por desnutrición crónica y consumo de solventes.

Esta inclusión de documentos médicos tenía como objetivo establecer una narrativa que estigmatizara a Luis Ángel como un usuario de drogas y culpaba a su familia por su muerte. Según José Luis, uno de los hermanos de la víctima, una de sus hermanas, con la que la familia estaba enemistada, filtró estos documentos al personal del anexo con la intención de eximirlos de responsabilidad en la muerte de Luis Ángel.

El caso de Luis Ángel ilustra el fracaso de la política de prevención y tratamiento del abuso de sustancias en México. La prohibición de las drogas ha demostrado ser ineficaz y ha llevado al fortalecimiento del crimen organizado, así como a la proliferación de centros de rehabilitación, o anexos, que operan al margen de la ley.

Los datos respaldan estas afirmaciones. Las encuestas nacionales muestran un aumento en el consumo de drogas en la población general. Los usuarios de drogas suelen ser el eslabón más débil en la cadena de producción, distribución y consumo de drogas, y los centros de rehabilitación a menudo lucran con un problema de salud pública que debería abordarse de manera más integral.

El estigma asociado al consumo de drogas ha llevado a la marginación y el castigo de las personas usuarias, lo que se refleja en el trato que reciben en los anexos. La falta de información sobre tratamientos eficaces deja a las familias en una posición vulnerable.

La política punitivista contra las drogas ha arraigado la idea de que los adictos son personas sin control de sus impulsos y ha llevado al aislamiento y la discriminación. Los anexos, que se basan en una concepción errónea de las adicciones, a menudo perpetúan la violencia y los abusos.

El tema de las adicciones en México se ha abordado desde dos perspectivas predominantes: la sanitaria y la jurídica. La perspectiva sanitaria ha llevado a la proliferación de anexos, que tratan a las personas con consumo problemático como enfermos a los que se debe “curar”. Sin embargo, esta visión ha alimentado la cultura de los anexos y ha llevado a prácticas inhumanas.

La falta de regulación y supervisión efectiva de los anexos ha permitido la perpetuación de abusos y violaciones de derechos humanos. La reciente reforma a la Ley General de Salud establece que el internamiento para el tratamiento de adicciones debe ser voluntario y contar con el consentimiento informado de la persona, lo que contrasta con las prácticas de los anexos.

En los últimos años, han surgido numerosas denuncias de abusos, maltratos y torturas en los anexos, lo que demuestra la necesidad urgente de abordar este problema de manera integral. La falta de respuesta por parte de las autoridades y la impunidad que rodea a estos casos perpetúa la injusticia.

La historia de José Luis y su lucha por justicia por la muerte de su hijo Luis Ángel es un ejemplo de la doble tragedia que enfrentan las víctimas de homicidio y sus familias en México. A pesar de los obstáculos y la indiferencia de las autoridades, José Luis sigue luchando por la verdad y la justicia, en honor a la memoria de su “muchacho”.

La bandera mexicana desgarrada que José Luis vio a las afueras del Centro de Justicia simboliza la falta de confianza en el sistema de justicia en México. A pesar de las dificultades, José Luis mantiene la esperanza de que finalmente se haga justicia por la muerte de su hijo, aunque sepa que el camino puede ser largo y difícil.

“Esta investigación fue realizada en el marco del proyecto ‘Periodistas contra la Tortura’ con el acompañamiento de Documenta. Para más información contactar a: comunicacion@documenta.org.mx”. Puedes consultar la nota original aquí: Muerte en el anexo (documenta.org.mx)

Con información de massinformacion.com.mx

Por: Redacción2
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