La gelatina no cuaja

En verano intentaron presentar a Xóchitl Gálvez como la figura que cambiaría el panorama electoral. Crearon la ilusión de que ella no reñía con las fortalezas de AMLO, que rompía el voto de clase social, que era progresista y transversal en términos ideológicos, y que no era parte de las desgastadas burocracias partidistas. Ninguno de esos atributos era cierto.

Ya iniciadas las precampañas se demuestra que Xóchitl Gálvez sencillamente no levanta y empieza a generar dudas y una gran desilusión incluso en el Frente Amplio por México, donde no están tan entusiasmados como al inicio. Se invirtieron millones de pesos, pero en la vida real nadie la apoya. Seguramente los más ricos del país le están reclamando a Claudio X. González.

Y es que Gálvez es un producto. La misma mercadotecnia que creó a un presidente ranchero, a un presidente guapo, esta vez quería replicar la fórmula, pero no les ha funcionado. En primer lugar, porque en 2023 la población se encuentra más politizada que nunca y nadie compra su fachada. En segundo lugar, porque en realidad quien la subió a la contienda fue López Obrador, a sabiendas que no es competitiva. Así como el Presidente colocó en el debate público a Anaya, Loret de Mola, Brozo y Lily Téllez, lo mismo ocurrió con Xóchitl. Les implantó la errónea idea de que estaba obsesionado con ellos. Los hizo empoderarse y victimizarse dentro de sus círculos oligárquicos.

La principal causa de su desinfle, si es que alguna vez tuvo oxígeno su imagen, es que Xóchitl es una contradicción andante. Un día está a favor del aborto, y al otro día se autocensura diciendo que ahora prefiere reservar su opinión. A veces asume una postura de emprendedora individualista, y en un giro esquizofrénico a la siguiente semana toma como bandera de campaña la disminución de la edad para la pensión al adulto mayor. Un día califica a Alejandro Moreno, presidente del PRI, como un político con fuertes connotaciones negativas y literalmente cinco días después le pide disculpa y dice que fue un lapsus mental.

O una semana se dice de izquierda y con bases trostkistas, pero a la siguiente semana festeja el triunfo del libertario-conservador Javier Milei en Argentina. Sí, Xóchitl felicitó a un negacionista de la dictadura, que no cree en los derechos de la mujer y que convertirá los derechos del pueblo argentino en un negocio privado.

Entre improvisaciones, la representante de la derecha no deja de exhibirse con frecuentes y bochornosos. La señora “X” es eso: una “X”. Es nada y todo a la vez. Es superflua y frívola cada vez que declara o asume posturas públicas. A Xóchitl Gálvez se le caracteriza ahora por sostener posturas tibias respecto a su ideología política, económica, moral y feminista. Políticamente debe entender que las indefiniciones no funcionan, menos en estos tiempos.

Xóchitl está intentando ser el disfraz de millonarios negocios al amparo del poder, pero con nula capacidad de propuestas y sin proyecto alternativo de nación. La oposición está tan desprestigiada que se tienen que esconder bajo la etiqueta de “sociedad civil”. Su derrota en 2024 es inminente. Con dicharachos y ocurrencias al estilo Fox no logrará conectar con el pueblo.

Hasta Ricardo Anaya era mejor candidato de la derecha que Xóchitl Gálvez. Él al menos inspiraba material para memes y no hacía intentos extraños por encajar con la gente. Anaya no fingía ser algo que no es, era un fifí corrupto a mucho orgullo.  Por cierto, tampoco comprendo cómo el sector más ortodoxo y yunquista del PAN pueda tolerar escuchar a Xóchitl cuando en su faceta progresista se pronuncia a favor matrimonios entre personas del mismo sexo, de la legalización de la marihuana y hasta el aborto. 

El “fenómeno político” de Xóchitl Gálvez está muy lejos de ser competitivo frente a la Dra. Claudia Sheinbaum, quien en la mayoría de las encuestas supera el 50% de intención de voto. La gelatina no cuajó. No sorprendería ver a Gálvez en tercer lugar y el asegure de la mayoría calificada en el Congreso para Morena.

Jael Argüelles

Por: Redacción2
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