La maldición de Pablo Escobar: un capo vigente 30 años después de su muerte

Medellín, Colombia (Proceso).- Este sábado 2 de diciembre decenas de habitantes del Barrio “Pablo Escobar” de Medellín se congregarán en la Parroquia de San Simón Apóstol para conmemorar con una “santa misa” el 30 aniversario de la muerte del narcotraficante que en 1984 decidió crear ese asentamiento con 250 casas de mampostería que regaló a familias rescatadas del basurero municipal de la ciudad, donde vivían en cobertizos de cartón.

Esas familias y sus descendientes no olvidan al jefe del Cártel de Medellín y aún hoy le agradecen haberles dado un pedazo de tierra y “viviendas dignas” con las que pudieron dar un vuelco a sus vidas en la pobreza extrema.

Omar Gallego Vargas, quien era un veinteañero cuando llegó al Barrio “Pablo Escobar”, cuando el propio capo y su mamá, Hermilda Gaviria, lo inauguraron, fue quien mandó a la hacer la misa en la parroquia del sector, “para agradecerle por los lotes y las casas que nos dio”, dice a Proceso.

Omar sabe que Escobar, a quien se le atribuye la muerte de cientos de civiles y policías en la guerra contra el Estado que libró en los ochentas y noventas, “tuvo cosas malas también”.

Pero enseguida agrega que “como buena o mala persona que haya sido, igual que cualquier difunto necesita oraciones para su sanar su alma”.

El hecho es que la noticia del 30 aniversario de la muerte de “El Patrón”, como aún llaman a Escobar miles de jóvenes de las estructuras armadas ilegales de Medellín, se ha esparcido por todo Medellín y su área metropolitana.

Las conmemoraciones incluyen debates académicos sobre la figura de Escobar, extensos reportajes en los medios, documentales, teleseries y el lanzamiento de nuevos libros sobre su vida criminal, su ascenso y su caída.

Hace 30 años, el 2 de diciembre de 1993, el capo fue acribillado en el tejado de una casa en Medellín mientras trataba de huir del Bloque de Búsqueda, una unidad de elite integrada por policías, militares y agentes estadounidenses que andaban tras sus pasos desde su fuga de la cárcel La Catedral, ocurrida 17 meses antes.

Las víctimas del capo

Pero así como los habitantes del Barrio “Pablo Escobar” conmemorarán con una “santa misa” al jefe del Cártel de Medellín, familiares de víctimas del narcotraficante se reunirán en el Parque Inflexión de esta ciudad para recordar a sus muertos y llamar a la sociedad “a no hacer apología de un delincuente que causó mucho dolor en el país”, señala una de las convocatorias.

El Parque Inflexión está en el predio del Edificio Mónaco, un inmueble de ocho pisos construido por Escobar en los ochentas con columnas de hormigón reforzadas para protegerse de sus enemigos. En 1988, esa fortaleza resistió un ataque del Cártel de Cali en el que fueron detonados 80 kilos de dinamita, pero del cual sobrevivieron el capo, su esposa Victoria y sus hijos Juan Pablo y Manuela.

En 2019, el Mónaco fue demolido por el gobierno para construir sobre sus escombros el Parque Inflexión en memoria de las 46 mil 612 víctimas que, según cifras oficiales, dejó en Colombia el narcoterrorismo de los ochentas y noventas, un periodo que marcó la historia moderna del país y cuyo principal símbolo es Pablo Escobar.

Sergio Londoño, cuya tía fue una de las 26 víctimas que dejó un atentado explosivo del Cártel de Medellín contra la plaza de toros “La Macarena” de esta ciudad, el 16 de febrero de 1991, dice que Escobar fue “un delincuente sanguinario que permeó tanto el imaginario popular, que muchos jóvenes todavía lo exaltan”. 

Esto, dice, “es una distorsión de una realidad muy trágica para miles de familias colombianas que padecieron el narcoterrorismo que desató Escobar en su guerra contra la extradición” de capos colombianos hacia Estados Unidos.

Londoño y decenas de familiares de víctimas del capo de la cocaína estarán este sábado en el Parque Inflexión. “Será un acto de memoria para que Colombia no olvide quién fue Escobar y el daño que causó al país”, afirma.    

Un daño que se mide en víctimas y en una penetración criminal de las estructuras del Estado a través de la corrupción y de la máxima mafiosa de “plata o plomo”.

El padre Juan Carlos Velázquez, un sacerdote diocesano que trabaja con pandilleros de Medellín, dice que a pesar de todas las atrocidades que cometió Escobar, su figura ha vivido “un proceso de mitificación que lo tiene convertido en una leyenda”.

Es, dice, “el modelo a seguir para la masa reprimida, olvidada, para los delincuentes de las comunas (barrios marginales) que no encuentran otra salida y que se ven abocados al narcotráfico y al sicariato”.

“Ellos –asegura-- lo ven como un santo y un personaje que, de la pobreza, llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo (con una fortuna de tres mil millones de dólares, según la revista Forbes) que le sirvió para corromper a miles de funcionarios públicos que estaban a su servicio”.

Para Fernando Cepeda Ulloa, exministro de Gobierno del presidente Virgilio Barco (1986-1990), Escobar fue “la mayor amenaza que haya enfrentado la gobernabilidad democrática en Colombia”.

De acuerdo con el abogado, el capo “penetró todas las instituciones del Estado, corrompió todas las instituciones, debilitó al máximo la confianza en el Estado, y esto ocurrió porque hubo importantes sectores del país que se relajaron frente al fenómeno del narcotráfico y que no sólo lo toleraron, sino que se beneficiaron económicamente del mismo”.

La saga interminable

A pesar de que han pasado 30 años desde que el jefe del Cártel de Medellín fuera abatido a balazos por el Bloque de Búsqueda, su historia criminal sigue produciendo noticias.  

El pasado 20 de octubre, agentes de la Fiscalía colombiana incautaron en esta ciudad una propiedad de tres millones de dólares heredada por el narcotraficante a su hermano Roberto, quien montó en ella el “Museo Pablo Escobar”, uno de los puntos que incluye el “narcotour” que ofrecen diferentes empresas a miles de turistas que llegan a Medellín ávidos de conocer la historia del famoso delincuente.  

Y los hipopótamos que dejó el capo en su Hacienda Nápoles, ubicada 100 kilómetros al sureste de Medellín, todavía causan estragos a otras especies en esa región tropical colombiana. Al menos 60 de esos animales, que se reprodujeron sin control cuando esa finca quedó en el abandono, serán trasladados a una reserva natural en Sinaloa, México.

Para la abogada y columnista de la revista Cambio, Ana Bejarano, Pablo Escobar tiene vigencia no sólo porque sus acciones tienen efecto hasta estos días sino, también, por lo que representa.

“Él fue un símbolo de una circunstancia que aqueja al país hasta el día de hoy –dice Bejarano--, que es el tráfico de cocaína. En eso, Escobar se convirtió en una potencia global”.

Además, señala la maestra en leyes de la Universidad de Harvard, Escobar simboliza al “malo” de la guerra contra las drogas que inició en 1971 el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

Esa guerra “fracasada” tiene un relato “de los buenos contra los malos” en el que el jefe del Cártel de Medellín calzó como un delincuente perverso que fue perseguido por las “heroicas” fuerzas del orden estadounidenses, que, desde luego, personificaban a “los buenos” en ese discurso maniqueo.

“Por su poderío, por su historia personal y por el momento en que surgió (en los ochentas, cuando comenzó el consumo desbordado de cocaína en Estados Unidos), Escobar le vino muy bien a ese discurso público internacional contra las drogas. Él cumplió ese papel de malo”, dice Bejarano.

La muerte de Escobar, desde luego, no fue el fin de los enormes flujos de cocaína a Estados Unidos. Por el contrario, desde entonces la producción de ese estupefaciente se ha disparado, al igual que el enorme apetito de los estadounidenses por esa sustancia.

“El problema del consumo no se va a acabar con perseguir a los capos de la droga”, señala Bejarano, quien sostiene que la guerra contra las drogas es “un cáncer que se renueva sistemáticamente” y que ha pasado por varias etapas entre los ochentas y la actualidad.

Esas fases han abarcado el auge de la cocaína, la epidemia del crack, la proliferación de las metanfetaminas y, ahora, la crisis de salud de los opioides sintéticos, que fue causada por las propias farmacéuticas estadunidenses, no por un bandolero latinoamericano como Escobar.

Para la abogada Bejarano, quien es una de las columnistas más influyentes de Colombia por sus enfoques novedosos frente a una amplia variedad de temas, la guerra antidrogas ha sido útil “a las dinámicas imperialistas y colonialistas” de Estados Unidos, principal consumidor de sustancias ilícitas en el mundo y cuyos políticos mantienen el relato de que el problema “es el veneno que viene de la periferia”.

Y en ese relato, Escobar es el malo más clásico, más icónico, más despreciable.    

El hecho es que cuando el jefe del Cártel de Medellín fue acribillado, hace 30 años, la producción potencial de cocaína colombiana era de 119 toneladas anuales y en 2022 fue de mil 738 toneladas, lo que significa que ha crecido 15 veces desde la muerte del capo, según estimaciones del gobierno colombiano y de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

Y la cantidad de consumidores de cocaína en Estados Unidos aumentó de 1.4 millones en 1994 a 4.8 millones en 2021, lo que implica un aumento del 245% en ese lapso, según estudios de la Administración de Salud Mental y Abuso de Substancias y el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de ese país.

El colombiano más famoso

Para los colombianos en general, quizá ningún connacional sea más conocido en el mundo que Pablo Escobar, lo que de acuerdo con la abogada Bejarano puede ser cierto si de esa clasificación se excluye a la cantautora Shakira.

De cualquier forma, ni siquiera los personajes y novelas del escritor y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, uno de los colombianos más ilustres de todos los tiempos, han inspirado tantas películas, novelas y teleseries como el jefe del Cártel de Medellín.

La cinta más reciente con temática Pablo Escobar es “Medellín”, estrenada en junio pasado en Amazon Prime. En 2018, fue lanzada la cinta “Loving Pablo”, protagonizada por los actores españoles Javier Bardem (como Escobar) y Penélope Cruz, como Virginia Vallejo, la amante más famosa del capo en la vida real. Cuatro años antes se exhibió “Escobar, paraíso perdido”, con Benicio del Toro.

Este gran actor puertorriqueño debió profundizar en la vida del narcotraficante para interpretarlo en la cinta y concluyó que “era un hombre de mucho talento y con grandes habilidades para los negocios, pero en vez de ponerlos al servicio de algo positivo, decidió convertirse en uno de los criminales más reconocidos del mundo”.

El personaje Pablo Escobar ha aparecido en las teleseries “Narcos”, “El cartel de los sapos”, “Los tres caínes”, “El señor de los cielos” y “El patrón del mal”, que ahora se reestrenó Caracol Televisión con motivo del 30 aniversario de la muerte del capo y en la que destaca la interpretación del actor Andrés Parra como el jefe del Cártel de Medellín.

También con ocasión del aniversario, el general Oscar Naranjo, quien como oficial de inteligencia formó parte de la unidad de elite que persiguió al narcotraficante en 1993, publicó el libro “El derrumbe de Pablo Escobar”, en el que relata que poco antes de su muerte, el capo era un hombre colapsado que en su frenética huida se mostraba “irascible, reactivo y rabioso”, con lo cual selló su caída.

En 1996, García Márquez incluyó a Escobar en su libro-reportaje “Noticia de un secuestro”, en el que relata los secuestros ordenados por el narcotraficante contra personas de la elite colombiana, como los periodistas Diana Turbay, Francisco Santos y Maruja Pachón, para presionar al gobierno a erradicar la extradición.

En 1999, el recién fallecido pintor colombiano Fernando Botero presentó su cuadro "La muerte de Pablo Escobar", en el que un Escobar de gran volumen aparece sobre un tejado, con una pistola, mientras una ráfaga de balazos le impacta el cuerpo.

Tres años después, el más reconocido artista plástico de Colombia pintó "Pablo Escobar muerto", en el que el capo -en versión gordo de Botero-- yace sobre un tejado, con la pistola en la mano, mientras y un policía lo señala y una señora lo observa azorada.

Pablo Escobar es parte de una realidad de violencia y corrupción que se replica en varios países latinoamericanos azotados por el narcotráfico.  

La abogada Ana Bejarano considera que, en ese sentido, Escobar es una metáfora latinoamericana de la penetración del dinero del narcotráfico en la política.  

El declive del jefe del Cártel de Medellín, señala Bejarano, comenzó cuando tuvo el arrojo de ingresar a la política y se hizo elegir congresista, en 1983, lo que generó un rechazo de un sector político encabezado por el disidente liberal Luis Carlos Galán, quien consideró inaceptables que un narcotraficante con antecedentes penales por homicidio ingresara al Congreso.

Bejarano dice que, ese episodio, enseñó a los capos de la droga que sucedieron a Escobar que era mejor comprar políticos que convertirse en uno de ellos.

Con información de proceso.com.mx

Por: Redacción2
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