La fiesta del Niño Florero, tradición que manifiesta la devoción chiapaneca

A ti ciudadano:

Principalmente en la ciudad de Chiapa de Corzo, una de las más antiguas del continente, se lleva a cabo, año con año, la fiesta del Niño Florero, una tradición que inicia con rezos cada 25 de mes y concluye en diciembre, cuando cientos de jóvenes peregrinos se dirigen a las montañas con la encomienda de recolectar flores de Niluyarilo (bromelias) para engalanar el nacimiento del Niño Dios de la iglesia de Santo Domingo de Guzmán el 23 de diciembre.

De acuerdo con algunos expertos, esta tradición no tuvo su origen en la religión católica, sino en las costumbres prehispánicas de los chiapanecos, en las que los varones adolescentes fortalecían el cuerpo y espíritu para convertirse en adultos. Luego, en la época colonial, fue incorporada la veneración al Niño Dios.

Por ello, cientos de jóvenes, conocidos como floreros, después de asistir a una misa en la iglesia de Santo Domingo, inician una peregrinación la madrugada del 15 de diciembre hacia las montañas, con la encomienda de regresar el 21 cargando en su espalda, entre 30 y 60 kilos de flores cortadas.

En ese tiempo los muchachos soportan las bajas temperaturas de Los Altos de Chiapas; duermen a la intemperie; y comen poco y mal; todo para demostrar su devoción al Niño Jesús.

En esos días difíciles, deben recolectar las flores de Niluyarilo que crecen en lo más alto de los árboles de la región, buscando cumplir la manda de entregar suficientes para decorar el nacimiento de la iglesia y también el de sus familias.

Mientras los jóvenes juntan las flores, en la ciudad se celebran misas, caminatas y rezos. El 21 los pobladores se reúnen en La topada de la flor con los floreros para escuchar misa y regresar a la ciudad, rumbo a la iglesia. Como ese día se considera que la encomienda ha sido cumplida, el trayecto es acompañado con música de tambor, fuegos artificiales y luces de bengala.

Más tarde, el 22 de diciembre se lleva a cabo una velación y el 23 se monta el nacimiento en la iglesia de Santo Domingo, para honrar al Niño Dios en vísperas de su nacimiento. La tradición concluye el siete de enero, cuando se levanta el nacimiento.

Cuenta la leyenda que al principio de los tiempos existió una joven pareja, quienes después de casarse, tuvieron un hijo.
Un día, el joven esposo le informó a su mujer que debían separarse. Ella, llorando, le preguntó a su marido qué pasaría con su pequeño hijo. El hombre le indicó que lo llevara a la laguna donde se habían conocido.

Ahí, le informó a la mujer que ambos debían sumergirse en el agua, pues ella se convertiría en la luna y él se transformaría en el sol. Al niño lo colocaron en una rama de roble. Cuando el niño vio que sus padres desaparecían en el agua, estiró su manita para alcanzarlos.

Después, la gente del pueblo llegó a buscar a la familia, pero solo encontró en la rama del roble, una flor de de Niluyarilo. A partir de ahí inició la celebración del niño con esa flor, que además significa flor de niño.

Finalmente, grupos ecologistas y de ciudadanos llaman a transformar esta tradición en una práctica sostenible, pues desafortunadamente la bromelia se encuentra en peligro de extinción.

Y es que de acuerdo con Oscar Farrera Sarmiento, curador general de flora del Jardín Botánico Faustino Miranda, en Chiapas, como las plantas son cortadas año con año, no tienen tiempo de recuperarse; de ahí que el experto sugiera que las comunidades se organicen para reducir el impacto ambiental de esta festividad, restringiendo tanto la participación de los peregrinos como el corte de las flores.

Y así es como con la mezcla de los rituales indígenas con las ceremonias católicas, la fiesta del Niño Florero demuestra la fe que los chiapanecos tienen en el Niño Dios.

Por Víctor Hugo Estala

Por: Redacción2
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