Simón Pedro; Andrés, hermano de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo; Juan, hermano de Santiago; Felipe; Bartolomé (también conocido como Natanael); Mateo (también conocido como Leví); Tomás (también conocido como Dídimo); Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo (también conocido como Lebeo o Judas, hijo de Santiago); Simón, el cananita (también conocido como Simón el Zelote); y Judas Iscariote, quien más tarde traicionó a Jesús.
Son los doce hombres que acompañaron a Jesús y que él eligió como sus principales discípulos, ‘Los Doce’, quienes de manera más simplificada son conocidos como: Pedro; Andrés; Santiago el Mayor; Juan; Felipe; Bartolomé; Mateo; Tomás; Santiago El Menor; Judas Tadeo; Simón y Judas Iscariote.
“Muchos de los hechos y circunstancias que rodean a los doce apóstoles y a sus vidas, siguen siendo muy desconocidos; permanecen envueltos en el misterio; todavía no se han contado o se han contado mal”, asegura José María Zavala, periodista, historiador, cineasta y autor de referencia de la divulgación histórica en idioma español.
Miembro de la Real Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, con más de 30 años de experiencia, Zavala es un especialista en la historia del Cristianismo, y ha publicado numerosas libros y dirigido siete películas basadas en sus propias investigaciones históricas, que se han convertido en obras de referencia.
En su último libro, ‘Los Doce’, Zavala aborda las leyendas, enigmas, curiosidades y vida de los Apóstoles, tanto antes, durante como después de su encuentro con Jesús, y desvela aspectos sorprendentes sobre estos discípulos que más allá de sus papeles como pilares del cristianismo, fueron hombres con historias humanas y complejas, según los describe.
Zavala señala que muchos de los descubrimientos arqueológicos que han marcado la historia del cristianismo están relacionados con ‘los Doce elegidos’, como también llama a los apóstoles, destacando que lugares como la tumba de Pedro bajo la Basílica de San Pedro en Roma o la casa de Pedro en Cafarnaúm, que no solo son hitos históricos, sino también puntos clave en la conexión entre fe y la evidencia tangible.
También existen facetas de los apóstoles que han fascinado a creyentes, historiadores y arqueólogos durante siglos, como la falange de Tomás conservada en Italia, el brazo de Judas Tadeo venerado en Roma y los restos atribuidos a Santiago en la Catedral de Compostela, todas ellas reflejadas en historias y envuelta en el misterios, que Zavala explora en ‘Los Doce’.
Este autor dedica en su libro un capítulo a cada uno de los elegidos de Jesús, y analiza algunos enigmas históricos sobre los doce a la luz de lo que ha descubierto en sus investigaciones, como los que traslada a EFE a continuación.
¿Son los restos venerados en la Catedral de Santiago (Galicia, España) verdaderamente los del apóstol Santiago? Zavala describe algunas pruebas fehacientes de la autenticidad de la sepultura compostelana del apóstol.
“La carta de Alfonso III el Magno, rey de Asturias (852-910), es una prueba palpable y un foco de luz al mismo tiempo en medio de la controversia histórica que ha llegado a cuestionar incluso que la tumba del apóstol Santiago se encuentre hoy en la Catedral compostelana”, según Zavala.
Dirigida al clero y al pueblo del antiguo asentamiento galorromano de Tours, localidad francesa situada entre los ríos Cher y Loira, la carta de este monarca ofrece informaciones clave basadas en “testimonios orales y escritos de gran valor, que ayudan a disipar cualquier duda al respecto”, asegura.
“En cuanto a lo que me preguntáis —escribe el soberano, en su Epístola — de qué apóstol es el Sepulcro que nosotros poseemos, sabed ciertísimamente que es del apóstol Santiago, Boanerges [que significa ‘Hijo del Trueno’, como le moteja Jesús, igual que a su hermano Juan], hijo de Zebedeo, que fue degollado por Herodes, y que este Sepulcro se halla en el Arca Marmórica, provincia de Galicia”.
“Por disposición divina, como muchas verídicas historias refieren, su cuerpo fue conducido por mar en una nave hasta aquí y sepultado. De qué modo fue degollado en Jerusalén por Herodes, transportado aquí y sepultado y otras circunstancias, es manifiesto a todos y consta por cartas y relaciones auténticas de nuestros prelados y otros muchos testimonios”, señala Alfonso III el Magno en otros párrafos de su carta.
Otras pruebas de la genuinidad del sepulcro se encuentran en los extraordinarios privilegios concedidos por los romanos pontífices a la Catedral de Santiago, así como en las donaciones con que la enriquecen los reyes de España, desde Alfonso II, III y IV, que son sus verdaderos fundadores, hasta Felipe IV, quien decreta la ofrenda nacional al apóstol, según Zavala.
“Del mismo modo, la celebración de Concilios y asambleas nacionales, junto a la coronación de monarcas y otros hechos de gran relevancia histórica registrados en torno a la venerada tumba contribuyen también a su innegable autenticidad”, puntualiza.
“Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, es el personaje más conocido y citado en los escritos neotestamentarios después de Jesús”, según Zavala.
“Se le menciona en ciento cincuenta y cuatro ocasiones, con el sobrenombre de Pétros, que significa ‘piedra’, ‘roca’, según la traducción griega del nombre arameo que le asigna el Nazareno directamente: Kefa. Conocido también por Simón en el Nuevo Testamento, a Pedro se le cita de este modo setenta y cinco veces”, puntualiza.
Zavala relata cómo se descubrió en 1939 la tumba de San Pedro en las entrañas del Vaticano, que incluyó los largos trabajos de investigación previa y concluyó con el examen de los exteriores de la sepultura que confirmaron quién se enterró en ella.
Explica que el papa Pío XII proclamó alborozado, en un mensaje radiado de Navidad, que se había encontrado una tumba cristiana abierta… ¡y vacía!: ¡la tumba de san Pedro! Sin embargo, la investigación se cerró, con cierto poso de decepción al no haberse hallado restos”.
Esto cambió cuando la doctora Margherita Guarducci, una autoridad en epigrafía griega y paleocristiana, tras dedicar seis años de su vida a examinar los grafitos descubiertos en los muros adyacentes de la tumba, logrando descifrar las distintas inscripciones hechas con punzón en las paredes del mausoleo.
Los mensajes que poco a poco salieron a la luz fueron tan reveladores como enigmáticos: “Pedro, ruega por los cristianos que estamos sepultados junto a tu cuerpo¨ o el rotundo “Pedro está aquí”, según explica Zavala.
La doctora Guarducci también distinguió, en las inscripciones, una letra ‘P’ con varias líneas horizontales que simbolizan la llave del Reino de los Cielos, añade.
“Junto a esos grafitos, aparecieron algunos restos mortales que Venerato Correnti, catedrático de Antropología por la Universidad de Palermo, estudió con meticulosidad hasta concluir que algunos huesos eran humanos, y otros correspondían a un roedor atrapado en aquel remoto lugar”, explica el autor.
“Correnti concluyó que los restos pertenecían a un varón setentón de complexión robusta, que había vivido en el siglo primero, y localizó además algunos restos de hilo de oro y cierto tizne rojo que le hacen pensar que al difunto Pedro se le envolvió en un manto de oro y púrpura para proteger mejor su cadáver”, enfatiza Zavala.
“¿Tenía Judas ya malas intenciones cuando Jesús le llamó? ¿Se fue depravando con el tiempo? ¿Cuáles fueron los motivos reales de su traición?”, se pregunta Zavala.
Para este autor, “Nadie ecuánime y honesto con la verdad evangélica está en condiciones de asegurar que Judas es ya un ser depravado cuando Jesús le llama para formar parte de su Colegio Apostólico”.
Zavala sostiene además que “el Evangelio no ofrece ningún argumento para dudar de que la fe y el afecto de Judas por Cristo fueron al principio nobles y dignos” y que “el propio Jesús fue muy claro al respecto, al asegurar ‘No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros’”.
Señala que Judas realizó buenas obras al principio. Recorrió los caminos del Señor junto con los otros once Apóstoles predicando el Evangelio e incluso sanando algunos enfermos y expulsando demonios en el nombre de Cristo” y que “Jesús incluso llegó a considerarle en un primer momento por encima de algunos de sus discípulos y a confiarle su mayordomía”.
Entonces, según Zavala, surge la gran pregunta: ¿cómo es posible que Jesús escogiera a este hombre y confiase en él desde el principio, teniendo en cuenta que el propio Jesús virtió un juicio muy severo sobre él: “¡Ay del hombre por quien el Hijo del hombre será entregado!; mejor le fuera a ese no haber nacido”.
“En verdad, su elección es un misterio insondable”, concluye.
Con información de Massinformación.