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Belén sin adornos navideños y Gaza congelada entre ruinas: una Navidad marcada por la guerra

Residentes de Belén, en la Cisjordania ocupada por Israel, tendrán por segundo año consecutivo una Navidad bajo la sombra de la guerra, que durante más de 14 meses ha asolado y destruido gran parte de la Franja de Gaza y cobrado la vida de más de 45 mil palestinos, según el ministerio de Salud del enclave; un recuento que no distingue entre civiles y combatientes, aunque garantiza que más de la mitad de las víctimas son mujeres y niños.

No es de extrañar entonces que este año, como el anterior, no esté el tradicional árbol de Navidad gigante en la Plaza del Pesebre ni las calles adornadas con decoraciones y luces. Este diciembre tampoco habrá bandas musicales, guirnaldas o luces de estrellas adornando el poblado, situado entre los montes de Judea, que según el último censo de 2007 contaba con cerca de 25 mil habitantes y que es —según la Biblia— el lugar de nacimiento de Jesús de Nazareth.

La guerra ha tenido su impacto negativo en todo Medio Oriente, pero especialmente en Gaza y en Cisjordania, regiones que al menos durante 77 años han sido considerados territorios palestinos de acuerdo con la ONU. Las economías locales, incluida la de Israel, han sufrido la pérdida de estímulos y el desplome del turismo, en medio de los combates y bombardeos y restricciones al movimiento.

Unas monjas caminan junto a la Iglesia de la Natividad, tradicionalmente considerada el lugar de nacimiento de Jesús, en la Víspera de Navidad, en la ciudad cisjordana de Belén. AP  / Matias Delacroix

En Belén, que años antes solía por esta época estar llena de turistas y visitantes a la basílica de La Natividad, las visitas han caído desde un tope de 2 millones en 2019 —previo a la pandemia del covid-19— a menos de 100 mil durante este 2024, según reveló Jiries Qumsiyeh, portavoz del ministerio de Turismo palestino.

Para un poblado cuya economía se sostiene del turismo, la guerra ha significado la caída de los ingresos locales y el deterioro de las condiciones económicas y de vida de sus habitantes. El 70% de los ingresos en Belén provenían del turismo, impulsado por sitios conmemorativos y lugares de interés religioso, siendo el principal de ellos la basílica de la Natividad, situada sobre una gruta en el centro del poblado.

Belén, que tiene apenas 30 kilómetros cuadrados, alberga cerca de 30 hoteles, 100 tiendas y 450 talleres que producen y expenden artesanías y artículos en su mayoría hechos a mano por locales, pero hoy la tasa de ocupación es apenas 3%, muchos trabajadores han sido despedidos y en el centro las tiendas lucen desoladas o cerradas.

El alcalde Anton Salman afirmó a AP que las condiciones han empujado al éxodo y migración en masa de sus residentes. Para hacer las cosas peores, después del ataque en masa de militantes de Hamás sobre el sur del territorio israelí del 7 de octubre de 2023, Israel tomó la decisión de cancelar los permisos y visados de trabajo a más de 150 mil palestinos, lo que ha elevado las tasas de desempleo: en Belén ronda el 50%, mientras que en toda Cisjordania es de 30%.

Una gélida Navidad para los palestinos en la Franja de Gaza

La llegada del invierno ha añadido una nueva calamidad para los palestinos que permanecen en la Franja de Gaza, donde residen 2.4 millones de personas, según datos de 2023 de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). Esta agencia informa que cerca del 90% de la población ha sido desplazada una o varias veces.

Un análisis reciente de los investigadores estadunidenses Corey Scher y Jamon Van Den Hoek estima que al menos 169 mil edificios han sido dañados o destruidos. Estos datos muestran que gran parte de la población ha perdido sus hogares, sobreviviendo en tiendas de campaña con temperaturas que pueden bajar hasta los 4 grados Celsius.

En Rafah, al sur del enclave, así como en el campamento de refugiados de Al-Mawasi, cerca de la costa; en Nuseirat o Deir al-Balah, en el centro; o también en Beit Lahia y Beit Hanoun, al norte, los palestinos ahora deben enfrentarse al frío, los fuertes vientos y la lluvia, mientras buscan alimentos, agua potable y medicinas, al tiempo que huyen de los combates y bombardeos incluso sobre zonas declaradas seguras por Israel.

“Nos asustamos cada vez que nos enteramos por el pronóstico del tiempo de que van a venir días lluviosos y ventosos porque el viento nos levanta las tiendas de campaña. Tememos que un día, cuando estemos dentro, un fuerte viento nos tire las tiendas de campaña”, dijo AP Shadia Aiyada, desplazada de Rafah quien solo cuenta una manta y una bolsa de agua caliente para evitar que sus ocho hijos tiemblen dentro de su frágil carpa cerca de la playa en Al-Mawasi.

Naciones Unidas ha advertido que muchos de los palestinos que viven en refugios improvisados precarios podrían no sobrevivir al invierno. Al menos 945 mil personas necesitan suministros para el invierno, que se han vuelto exageradamente caros en Gaza, dijo la ONU en una actualización el martes. Esta organización también teme que las enfermedades infecciosas, que aumentaron el invierno pasado, vuelvan a tener un pico en medio de una creciente amenaza de desnutrición que pesa sobre la población.

Pese a que la UNRWA ha logrado distribuir más de seis mil tiendas de campaña, gran parte de la asistencia, como mantas, colchones, enseres, se ha quedado atrapada en Jordania o en Egipto, en una maraña burocrática que no pocas veces ha retrasado o dilatado la aprobación por parte de Israel, cuyo gobierno afirma que durante meses ha colaborado para facilitar el ingreso y distribución de equipamiento para quienes han perdido casi todo.

La policía palestina hace cola junto a la Iglesia de la Natividad, tradicionalmente considerada el lugar de nacimiento de Jesús, en la Víspera de Navidad, en la ciudad cisjordana de Belén, el martes 24 de diciembre de 2024. AP  / Matias Delacroix

Reda Abu Zarada, de 50 años, desplazada del norte de Gaza con su familia, describió a AP cómo los adultos duermen con los niños en brazos para mantenerlos calientes dentro de su tienda: “Las ratas nos pisan por la noche porque no tenemos puertas y las tiendas están rotas. Las mantas no nos abrigan. Sentimos que sale escarcha del suelo. Nos despertamos helados por la mañana”, dijo. “Tengo miedo de despertarme un día y encontrar a uno de los niños muerto de frío”.

Tomado de proceso.com.mx

Con AP y EFE.

 

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