En el ámbito privado uno de sus términos favoritos es hablar de competitividad, es decir, la capacidad de competir, para lo cual señalan como indispensable que los gobiernos agilicen sus procesos lentos, burocráticos, que detienen o desaceleran el crecimiento de una economía.
Sin embargo, los particulares o los que nos dedicamos a la empresa, también sufrimos internamente la “burocracia” privada o la lentitud en servicios o venta de productos, que dañan la buena marcha financiera de las empresas y la generación de empleos.
Veamos algunos ejemplos de lo que vivimos a diario.
Cuando vamos a un banco por la mañana, regularmente la atención es rápida. Sin embargo, en las horas pico, alrededor de las 14 horas, cuando más personas acuden, está abierta solo una caja.
No hay impotencia que valga porque a esa hora a alguien se le ocurrió que es la hora de comer de los cajeros…se piensa en el banco, pero no en los clientes.
En las tiendas de conveniencia. Un modelo exitoso a nivel nacional e internacional generaron la brillante idea de recibir depósitos bancarios, recargas telefónicas y pago de servicios.
Por las prisas y por su rápida localización son decenas los que diariamente acuden a solicitar un servicio de esa naturaleza.
No obstante, es desesperante cuando uno llega a comprar algún artículo de consumo y delante de nosotros está alguien recargando el saldo de su celular, haciendo una transferencia en efectivo o pagando agua, luz o teléfono.
Hay una sola caja y de pronto el servicio falla o el elemento humano se equivoca al teclear números y hay que volver a iniciar el trámite.
De tres a cinco minutos se pierden cuando uno tan solo quería comprar un refresco o un litro de leche.
Tan fácil que sería instalar uno o dos cajeros automáticos donde cualquiera de esos servicios, lo hiciera el propio particular sin necesidad de formarse y abonar a esas largas filas impaciencia e impotencia.
Porqué no hacer eso? Porque ahí si, “brillantemente” se piensa en los ahorros para la empresa cuasimonopólica y no en los tiempos y necesidades de los clientes.
En el ámbito automotriz, sobre todo ahora que llegaron los autos chinos, cuando una vehículo tiene una falla mecánica, en la agencia cortésmente le avisan que la refacción llegara en un mes porque la planta esta en Toluca o en la ciudad de México.
Si hay un choque y hay que sustituir una pieza, un cofre, un fender, los tiempos se van de dos a tres meses de espera.
Nunca se toma en cuenta el detalle del dinero y empleos que se pierden cuando son vehículos de empresa o de servicio público de pasajeros y como se demérita la atención a los usuarios o clientes que nos contratan como proveedores.
De nuevo la pregunta Porqué sucede esto? No es por falta de ideas; simple y sencillamente se mal entiende el concepto de “inventario cero”, se ahorran costos internos pero nuevamente se deja de pensar en el cliente.
Otro ejemplo es el de las aseguradoras. En un choque se tardan 10 días, a veces más, para sacar el avalúo del siniestro que habrán de cubrir; lo siguiente es autorizar la compostura y los tiempos tardan de un mes a tres meses en arreglarse.
Todo eso si hablamos de un trámite normal; pero si se requieren “bolsas de emergencia” o hay una diferencia de criterio sobre el siniestro, los tiempos pueden ser de seis o…años.
Hay muchos ejemplos más sobre la ineficiencia privada; seguramente quienes lean este artículo tendrán más vivencias al respecto.
La descripción de lo arriba citado busca sobre todo hacer conciencia que para sacar adelante a México, hacerlo competitivo, ponerlo al nivel de otros países, mejorar nuestra economía y generar más empleos, es necesario que nos vemos como un todo.
Que los gobiernos de los tres niveles inviertan en procesos y tecnología para agilizar los tiempos de respuesta y solución, pero que también la iniciativa privada haga conciencia que esta es labor de equipo, tarea de todos y generar un circulo virtuoso donde a todos nos vaya mejor.
Carlos Borruel