Tras el fallecimiento del papa Francisco, el Vaticano se encuentra inmerso en un mar de especulaciones sobre quién ocupará el trono de San Pedro. Entre los nombres que surgen con más fuerza está el del cardenal Robert Sarah, cuya figura se ha consolidado como un símbolo de resistencia frente a los cambios introducidos durante el último pontificado.
Sarah, nacido en la aldea de Ourous, Guinea, el 15 de junio de 1945, fue ordenado sacerdote en 1969. Diez años después, el papa Juan Pablo II lo designó arzobispo, iniciando así una trayectoria que lo llevaría a ocupar cargos importantes en la curia romana, incluso durante momentos políticos complejos bajo el autoritarismo en su país natal. En ese contexto, se convirtió en uno de los principales referentes de la Iglesia católica guineana, caracterizándose por su firmeza doctrinal.
En 2010, fue creado cardenal y cuatro años más tarde, el propio Francisco lo nombró prefecto de la Congregación para el Culto Divino. No obstante, la relación entre ambos eclesiásticos se tensó con rapidez. Mientras Francisco impulsaba una apertura en cuestiones como el celibato opcional, el acceso a los sacramentos para divorciados vueltos a casar o la bendición de uniones homosexuales, Sarah se mantenía como una voz disonante, crítica y firme en la defensa de la ortodoxia.
Uno de los momentos más controvertidos de esa tensión se produjo en 2020, cuando Sarah, junto al papa emérito Benedicto XVI, presentó un libro titulado Desde lo profundo de nuestro corazón. La obra, editada por Fayard, defendía el celibato sacerdotal y apareció justo cuando Francisco debía pronunciarse sobre la posibilidad de ordenar hombres casados tras el Sínodo de la Amazonía. La publicación incluyó los nombres y retratos de ambos autores, lo que generó polémica por lo que muchos interpretaron como una intromisión de Benedicto XVI, quien había prometido mantener silencio tras su renuncia. La controversia obligó al papa emérito a solicitar el retiro de su nombre e imagen del libro.
Las posibilidades de Robert Sarah
Aunque hoy tiene 79 años y está próximo a quedar inhabilitado para participar en el cónclave (pues cumplirá 80 en junio, edad límite según las normas canónicas), su nombre no ha dejado de resonar como una posibilidad significativa, incluso entre herramientas de inteligencia artificial que lo sitúan como uno de los candidatos con mayores probabilidades de ser elegido. De concretarse, Sarah haría historia al convertirse en el primer Papa de origen africano y de piel negra.
Este creciente interés también ha revivido una antigua profecía atribuida a Nostradamus. Según algunos intérpretes, el adivino habría anticipado la elección de un “Papa de piel oscura” tras el fallecimiento de un pontífice anciano, que marcaría el inicio de una crisis espiritual global y el Juicio Final. El mensaje señala: “Primero, vendrá un Papa extranjero”; “luego, un Papa viejo”; y finalmente, “un Papa negro. Y con él, el fin del mundo”.
Más allá de las interpretaciones apocalípticas, lo cierto es que Robert Sarah ha sabido proyectarse como un referente de la corriente más conservadora de la Iglesia. En su libro Dios o Nada, plasma su visión de una institución que debe resistir las presiones del mundo moderno y recuperar una liturgia “más reverente, silenciosa y tradicional”.
No obstante, Sarah no es el único africano considerado como papable. También figuran Peter Turkson, de Ghana, identificado con una línea más progresista, y Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa, quien fue cercano al papa Francisco pero ha tomado distancia, especialmente en relación con temas como las bendiciones a parejas del mismo sexo. A diferencia de Sarah, Besungu ha mostrado mayor disposición a discutir reformas, como el diaconado femenino.
Así, en un clima de tensión entre tradición y renovación, la figura del cardenal guineano se presenta como una de las más divisivas de cara al futuro inmediato del catolicismo. Con posiciones firmes y un historial marcado por la coherencia doctrinal, Robert Sarah continúa siendo un personaje central en el debate sobre el rumbo que tomará la Iglesia en el siglo XXI.
Con información de Informador.mx