A ti ciudadano:
Y así es como por décadas los autobuses Dina fueron los reyes de las carreteras mexicanas.
Pocas marcas han dejado una huella tan indeleble en los mexicanos como Diesel Nacional, mejor conocida como Dina. Desde su fundación en 1951, esta empresa ha sido un testimonio de la intención del gobierno de México para construir su propio legado en el transporte pesado, superando desafíos económicos, alianzas estratégicas y transformaciones profundas.
Dina aparece tras la Segunda Guerra Mundial
La historia de Dina comienza en el marco de un México que buscaba fortalecer su economía tras la Segunda Guerra Mundial. El presidente Miguel Alemán Valdés lideró una iniciativa para crear una empresa estatal destinada a resolver los problemas de transporte y reducir la dependencia de vehículos importados. Así, el 28 de julio de 1951, se fundó Diesel Nacional S.A., con una inversión inicial de 75 millones de pesos y con sede en Ciudad Sahagún, Hidalgo.
Desde sus inicios, Dina mostró una inclinación por establecer alianzas estratégicas. En 1952, firmó un contrato con la italiana Fiat para fabricar camiones y autobuses. De esta colaboración surgieron vehículos emblemáticos como el camión 682T y el autobús 682RN, los cuales marcaron el inicio de una era de producción local.
Dina y su alianza con Fiat
Los años 60 fueron una época de crecimiento y diversificación para Dina. Tras finalizar su relación con Fiat, la empresa estableció acuerdos con marcas como Renault y Flexible Corporation. De esta última alianza nacieron modelos icónicos como el Dina 311, conocido popularmente como «El Jorobado», y el Dina Olímpico, lanzado en 1968 en honor a los Juegos Olímpicos celebrados en México ese año. Este último modelo, equipado con motores Detroit Diesel y transmisiones Spicer, se convirtió en un símbolo del transporte público de la época.
En paralelo, Dina consolidó su capacidad de producción mediante la adquisición de acciones en fabricantes de motores como Perkins y la obtención de licencias para fabricar motores Cummins en su planta de Ciudad Sahagún. Estas estrategias permitieron a la empresa convertirse en el principal proveedor de autobuses y camiones en México durante casi tres décadas.
Dina, autobuses estrella del 70 y 80… pero luego el declive
El auge de Dina alcanzó su cúspide en los años 70 y 80, cuando su capacidad de producción llegó a 25,000 unidades anuales, posicionándola como una de las fábricas de autobuses más grandes del mundo. Modelos como el Dina Avante y el Dina Dorado, lanzados en esta época, se destacaron por su tecnología y diseño, siendo equipados con motores Detroit Diesel de última generación.
Sin embargo, los años 80 también trajeron consigo desafíos económicos significativos. La crisis financiera de 1986 obligó al gobierno mexicano a vender su participación en la empresa, marcando el inicio de una nueva era bajo la administración privada.
Dina deja de ser paraestatal y se vuelve netamente privada
El Grupo G, liderado por los hermanos Gómez Flores, adquirió Dina en 1989, pero las dificultades continuaron. A pesar de innovaciones como el desarrollo de motores propios y la introducción de nuevos modelos, la empresa enfrentó la cancelación de importantes contratos, como el firmado con el fabricante de camiones estadounidense, Western Star, lo que agravó su situación financiera.
El inicio del nuevo milenio marcó un punto crítico en la historia de Dina. En 2001, la planta de Ciudad Sahagún cerró sus puertas tras décadas de operaciones, y la empresa enfrentó huelgas, deudas y el colapso de su mercado de exportación. Sin embargo, lejos de desaparecer, Dina resurgió con una nueva visión.
En 2004, se inauguró una nueva planta en Ciudad Sahagún, enfocada exclusivamente en la producción de autobuses urbanos y semiurbanos. Modelos como el Liner, Runner y Outsider simbolizaron este renacimiento, adaptándose a las necesidades de un mercado cambiante.
Hoy en día, Dina sigue siendo una referencia en la industria automotriz mexicana, aunque con un enfoque más especializado en autobuses para pasajeros. Su historia está marcada por hitos tecnológicos, desafíos económicos y una resiliencia inquebrantable. Los camiones y autobuses de Dina, que alguna vez dominaron las carreteras mexicanas, ahora son piezas de colección y símbolo de orgullo nacional.
La leyenda de Dina no solo reside en sus vehículos, sino también en su capacidad para reinventarse. Su historia es un recordatorio del ingenio mexicano y de cómo una visión audaz puede superar las adversidades del tiempo.
Por Víctor Hugo Estala Banda