Acabo de encontrar esta foto en Facebook, me salió como recuerdo de hace 8 años.
23 de abril de 2016, Micky tenía cuatro semanas de haber fallecido, el murió en semana santa, así que tuve dos semanas sin actividades y me dedique a ir a la iglesia todos los días, no falte a ninguna celebración, sentir el amor de Dios, la calidez de la iglesia y mi comunidad parroquial, me hacían sentir segura y arropada.
Terminando las dos semanas de vacaciones la única actividad que retomé fue la catequesis, estaba preparando a un grupo de niños para hacer su Primera Comunión.
Me costaba trabajo salir y encontrarme con la gente, las mamás, la escuela en donde estuvo mi hijo, pero el ver a los niños y recibir sus abrazos me llenaba el alma y vaciaba un poquito el dolor y la tristeza.
Los niños son tan transparentes, recuerdo que me preguntaban todos los días ¿se te murió un hijo? Y ¿estas triste? Y me abrazaban y me llevaban flores. Mi ayudante, una gran amiga, se ponía muy nerviosa cuando los niños me hablaban tan directo y me hacían preguntas difíciles de digerir, pero yo encontraba en esas palabras un espejo que me ayudaba a reflejar mis sentimientos y a entender que esa tristeza, ese dolor, ese miedo, debían estar ahí por un tiempo.
Llegó la fecha de la Primera Comunión, tuvimos los retiros y yo sólo me sentaba a observar a los niños trabajar y verlos tan contentos reír, emocionarse, me sacaba una que otra lágrima de vez en cuando. Nos se si estuve muy presente esos tres días, creo que me perdía de vez en cuando en mis recuerdos, pero sé, que a pesar de que fue muy difícil tener el valor y la fuerza de estar ahí, eso me ayudó mucho a sanar.
En esta foto estaba ya terminando el retiro que hacemos después de que los niños reciben la Comunión, hacemos una pequeña ceremonia y a ella van las familias de los niños. Ahí estoy yo acompañando a Mia a decirle algunas palabras a sus papás, me veo en esa foto y apenas me reconozco, no hay una sonrisa, ni una mirada directa a los ojos, solo hay tristeza y cansancio.
Esta semana nuevamente tengo los retiros y la Primera Comunión de un grupo de niños que he estado preparando, y me veo a 8 años de distancia, parecen pocos, se sienten muchos (el tiempo en el duelo es muy subjetivo), pero hoy mi corazón está en paz, se siente pleno y feliz, los niños siguen llenándome el alma, Dios sigue mostrándome su amor a través de ellos y hoy puedo decir gracias, gracias por cada segundo de mi vida, gracias por mis alegrías pero también por mis tristezas y dolores, gracias por el amor que recibo, por las experiencias vividas buenas y malas, gracias porque aprendí a dejar a un lado todo lo que no me sirve y a aferrarme a lo que me hace crecer y me ayuda a compartirlo.
Velia Rojas Zambrano