Cuando comenzó a circular el tráiler de “Nuevo Orden”, película del cineasta mexicano Michel Franco hace algunas semanas, los comentarios negativos —entre ellos, el mio— brotaron en redes sociales. Inicia desde la perspectiva de una familia adinerada que festeja en una casa cuando un grupo de personas de bajos recursos arremete contra ellos violentamente, a la vez que generan destrozos por toda la ciudad hasta llevar la situación a un toque de queda.
Mientras pasan los minutos, se muestra a los perpetradores de los disturbios —representados por personas indígenas y mestizas— como bárbaros y salvajes, y a los supuestos damnificados, una familia adinerada —representada por una familia blanca— como civilizada, víctima de todo ese descontento social que, ante sus ojos, es inexplicable.
Algunos de quienes vieron la película antes de su estreno comercial este 22 de octubre, hicieron una suerte de apología en redes, señalando que la película no se trata del encono entre pobres y ricos en México —que bien se podría enunciar como entre la gente de piel morena y la gente de piel blanca— sino sobre el problema al que nos podríamos enfrentar si se militariza el Estado. Esta pudo ser, en algún momento, una crítica válida. Lo pudo ser, hasta que llegaron las declaraciones funestas y miopes de Franco.
“Sé que también en redes sociales por ahí me decían: ‘Todas las películas de Michel son de gente de clase alta o gente blanca’”, dijo el cineasta. “Por ahí decían whitexican (jerga utilizada para señalar al mexicano blanco que generalmente es clasista y porta con orgullo sus privilegios), y alguien que acusa de racismo y está creando esos términos está siendo profundamente racista". Después de escuchar estas declaraciones y ver la película entera, puedo confirmar que es todo lo que se ve en el tráiler, y que a ojo crítico incluso puede ser más conflictiva. Es la representación de una pesadilla del sector privilegiado del país: una de las imágenes que se eligen para mostrar/fantasear el destrozo es la vandalización de una tienda Louis Vuitton, ubicada en Polanco, uno de los barrios más adinerados de Ciudad de México. Es, sobre todo, una fantasía manifiesta que no se percata de que el miedo expuesto, generado por una brecha económica y social importante, es en buena medida culpa de quien lo teme.
Nuevo Orden, en términos muy generales, dibuja un país convulso a razón de un movimiento que se sale de control. El sector pobre arremete con una violencia excesiva e irracional contra el sector privilegiado del país, los empleados llegan al punto de traicionar a la mínima oportunidad a sus empleadores y los matan sin ningún titubeo con tal de apoderarse de sus pertenencias y dinero. La situación escala tan rápidamente que la Policía comienza a establecer puntos de control para separar las zonas adineradas de las que no lo son. Entonces el Ejército, descompuesto como está, aparece en escena para militarizar, poner toques de queda y retenes que, vale la pena decirlo, terminan por impactar más al pobre que al rico: hay un esquema que siempre delimita que hay unas vidas que importan más que otras. La situación de aprisionamiento y sometimiento de la gente blanca que se ve en el tráiler es resultado de un sector militar que está buscando generar alguna ganancia extra de todo esta situación.
La intención de Franco, al parecer, es que la gente reflexione sobre el encono tan pronunciado que se vive entre sectores de la población en México y otros países, y las consecuencias que esto podría tener. Sin embargo, lo que nos presenta es un panfleto que parece intentar validar una lucha blanca inexistente, a la vez que una apología de este sector como en su momento lo hiciera la película Nosotros los nobles (Alazraki, 2013).
Por supuesto que la militarización de un país se piensa indeseable, pero lo que no hay que perder de vista en Nuevo Orden es cómo se llega ahí y quiénes la ejecutan. Franco peca de trivializar el sentido de la protesta al representarla como algo que no debería de existir pues es irracional, desmedida y sin sentido. Aquí no se ve ninguna causa en las pancartas sino solo un odio hacia los ricos. No se entiende que, como explica un proyecto del Colegio de México, en este país el “color de piel está relacionado con estatus socioeconómico. A mayor riqueza del hogar mayor el porcentaje de personas con piel más clara”.
No importa que las “personas con color de piel más oscuro presentan menor movilidad social que personas con tono de piel más claro”. No importa que, de acuerdo con un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, “México ocupa el lugar 20 en la clasificación de países con más millonarios de Credit Suisse y, por otra parte, se ubica en el lugar 15 en la lista de los países con mayor número de personas que no tienen un adecuado acceso a los alimentos”. No importa que, según la Encuesta Nacional sobre la Discriminación 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 49.3% de la población indígena opina que sus derechos se respetan poco o nada. No importa porque no se entiende el porqué sistémico que genera estos movimientos. Sólo vemos seres que, invadidos por el odio, avanzan como zombis aventando pintura indiscriminadamente.
El miedo que plasma en imagen Michel Franco es uno que comparte con un sector de la población nacional, el privilegiado que no se siente identificado con la mayoría del país y que, ante la ola de movimientos internacionales que demandan igualdad, solo se muestran en shock en vez de asumir una consciencia con relación a las estructuras de las que se participa y a las que les dan continuidad. Si Parasite (Bong Joon-Ho, 2019) sirvió para hacer una crítica al capitalismo y a la división de clases sociales, Nuevo Orden es una película que abonará al encono a razón de la banalidad con que retrata un espectro tan problemático y urgente de discutir.
Con información de The Washington Post