Desde tiempos inmemoriales existe una leyenda transmitida por generaciones en varias culturas. Esta leyenda habla del águila, majestuosa y poderosa, que experimenta un proceso de transformación cuando alcanza la mitad de su vida, un fenómeno conocido como la "renovación del águila".
Según cuenta la leyenda, cuando un águila llega a cierta edad, emprende un viaje solitario hacia la cima de una montaña remota. Durante su retiro en la soledad de las alturas, el águila experimenta una serie de cambios físicos y psicológicos. Se dice que su pico se vuelve más curvo, sus garras se afilan y su percepción se agudiza. Además, sus plumas se renuevan, adquiriendo un nuevo brillo que refleja su vitalidad rejuvenecida.
Esta transformación no solo le permite al águila recuperar su fuerza y vitalidad, sino que también prolonga su vida por varios años más. Es un proceso de renovación profunda, un renacimiento que redefine su existencia y le permite seguir surcando los cielos con majestuosidad y gracia.
Similar al viaje del águila, la mediana edad de las personas, entre los 40 y los 50 años, nos brinda una oportunidad única e invaluable para reflexionar sobre nuestras vidas, corregir rumbo y reconstruir un camino con un significado más profundo y alineado con nuestra verdadera esencia. Para la mayoría… o al menos para quienes no se aferran a viejos paradigmas como a un salvavidas que puede terminar inmovilizándolos, es un momento en el que asumimos la responsabilidad de nuestra propia evolución y podemos convertirnos en guías para las generaciones más jóvenes, gracias a la autoridad moral que puede llegar a otorgarnos la experiencia si la sabemos comunicar respetando su autonomía y percepción del mundo.
En este proceso de transformación es crucial dejar atrás los viejos patrones aprendidos en nuestra niñez y juventud, comprendiendo que aquellos que nos educaron lo hicieron con amor y buenas intenciones, pero desde una perspectiva de un mundo que ya no existe y que, basados en estas enseñanzas, planteamos nuestros primeros rumbos con inexperiencia y casi sin autoconocimiento. Si lo sabemos identificar, este puede ser un muy buen momento de acercarnos al autoconocimiento y autocuidado a través de la introspección, la meditación y la reflexión, que nos llevará a descubrir nuestra verdadera esencia y a comprender qué es lo que realmente queremos en la vida, en donde deseamos estar y a que nos queremos dedicar. Cuales son pues, las cosas que nos llenan el alma y nos hacen plantarnos en el presente sin añorar demasiado el pasado ni preocuparnos en exceso por el futuro. Es decir, valorando nuestros recuerdos y experiencia y siendo simplemente previsores sin obsesiones. Encontrar el fino equilibrio entre el cuidado de nuestra salud espiritual, mental y corporal y el disfrute de los placeres de la vida.
Al ajustar metas y perspectivas de vida, también nos liberamos de viejos paradigmas y restricciones emocionales impuestas por la cultura. Abrirse al cambio ubicándonos por encima de banalidades, como puede ser el consumismo y el cumplimiento de expectativas y rituales en nuestro entorno social, nos permite vivir una vida más satisfactoria y con significados más poderosos, que refleje nuestra verdadera identidad, nos lleve a nuevos aprendizajes y a la expansión de la conciencia.
Como en los video juegos, que ya en nuestra generación nos son familiares, ninguna evolución es posible sin enfrentar obstáculos para desbloquear logros y nuevas habilidades. Resolver los asuntos pendientes, que dependerán de las condiciones de vida de cada persona, nos prepara para la nueva etapa de crecimiento personal. Aunque el cambio y el cierre de ciclos pueden ser o de hecho son dolorosos o estresantes, también nos abren nuevas oportunidades de crecimiento y evolución.
Uno de los más grandes obstáculos que este juego suele presentarnos es la culpa que nos hace sentir que ejercer la libertad de consciencia puede llegar a amenazar nuestro prestigio o estabilidad. Por esa razón es fundamental comprender que no somos responsables de la felicidad de los demás, que la culpa y el sacrificio no nos hacen mejores seres humanos ni tienen ninguna utilidad, ya que cada persona está inmersa en su propio juego, recorre su propio camino y enfrenta sus propios obstáculos desbloqueando logros y habilidades personales, y no podemos detener nuestro avance por el deseo de evitar que otros resuelvan su juego en las condiciones particulares en que está planteado. No asumirlo de ese modo, nos ocasiona daño y frustración y ocasiona daño a otros, incluyendo a las y los hijos cuando ya están en edad de resolver sus vidas.
Lejos de ser el inicio de la decadencia, la mediana edad es un poderoso momento de transformación y renacimiento, en el que tenemos las herramientas para reconstruirnos de cara a una nueva etapa de transformación y renacimiento. Si abrazamos el cambio, al igual que el águila, podemos elevarnos y romper con las limitaciones del pasado para renovarnos en cuerpo, mente y espíritu. Muchos le llaman resiliencia, a mí me gusta hablar de usar las habilidades aprendidas con la experiencia para, por fin, encontrarnos y llegar dentro, a casa.
Katya Galán