“Los hijos de la Costa”, documental sobre la música afromexicana

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Bruno Bancalari, con una amplia carrera en la realización de videoclips y mediometrajes-documentales de música, se adentró a la Costa Chica mexicana (Guerrero y Oaxaca) y filmó a distintos artistas afromexicanos que revelan la historia de una comunidad, sus costumbres, problemas, sueños y su amor al mar y al campo.

El título del largomertraje es Los hijos de la Costa, a estrenarse en la 39 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), donde compite por el Premio Mezcal.

El encuentro es del 7 al 15 de junio.

El director, en entrevista, motivado por el interés de conocer más el país y “saber más de mi cultura”, buscó retratar a México:

“Por otro lado tuve la fortuna de conocer al músico, productor y compositor mexicano Ángel Céspedes, quien es el investigador en este proyecto, y me compartió música de la Costa de Oaxaca y de la Costa Chica de Guerrero, y me contagió su pasión por este lugar y por esta tradición musical, entonces me empecé a empapar de eso.

“Y pensé que tal vez sería un buen lugar para comenzar con un documental, que enaltezca a estos músicos y a esta comunidad, porque venía peleando con la idea de efectuar una película con otra temática, que hablara de mis miedos y del profundo terror que le tengo a la parte violenta de este país, y al final traté de convertir eso en otra cosa. Dije: Mejor voy a hablar de lo que considero bello de México, de algo que me llene de ilusión y que me dé mucha alegría”.

En Los hijos de la Costa aparecen a cuadro los músicos y cantantes Alejandra Robles, Chogo y Raí Pruedente, Cristino Curi García, Domingo Ayona, El Internacional Mar Azul-El Rey de los 7 mares, Esteban Bernal, Esteban Martínez y Pepe Ramos.

–¿Cómo encontró a estos personajes para que le hablaran de su música y vida?

–Incluso falleció Esteban Bernal durante la pandemia. Era un extraordinario acordionista. La investigación la hizo Ángel Céspedes y él me empezó a presentar a personajes. Me mostraba características de cada uno de ellos. Desde ahí ya iba seleccionando a las personas. Fue en 2019 que hicimos un viaje de investigación a la costa oaxaqueña y a la Costa Chica de Guerrero. Es muy extensa, son como 800 kilómetros de distancia, por lo tanto había que ir parando de sur a norte para entender con qué material musical y humano contaba, y los escenarios eran importantes porque hablan también de los personajes y de la música que cantan.

Bancalari. Retratar lo más bello del país. Foto: Cortesía de la Producción

Recorrió Puerto Ángel, Puerto Escondido, San Nicolás, Cerro del Indio, Acapulco…:

“Fuimos delimitando y entendiendo quiénes eran los personajes y qué ritmo tocaban porque todos interpretan géneros distintos, y deseaba un documental que hablará de todo eso. Quería integrar diferentes lenguajes porque al final es una comunidad diversa. Así hallé al Cuiri en Puerto Ángel, pescador y timbalero; Domingo Ayona, armonisista de Cerro del Indio, que es un pueblo agricultor; Chogo Prudente y su hijo Raí en Santiago Llano Grande, son ganaderos y músicos, y Alejandra Robles, quien ya posee una carrera musical más conocida. Ella vive la mayor parte del tiempo en la ciudad de Oaxaca, pero creció en la Costa. Todo su ADN musical viene de ahí.

“A todos ellos nos acercarnos con todo el amor y todo el respeto. Creo que al final los músicos y cualquier artista lo que busca es ser visto, ser valorado y ser escuchado. Cuando les comentamos que teníamos esa idea de mostrar su trabajo y poder ser parte de un ensamble de músicos de la Costa, todos accedieron, todos estaban contentos. Fue un proceso muy bonito. Los retratamos de la forma más respetuosa”. 

Presencia femenina. En ascenso. Foto: Cortesía de la Producción

La naturaleza, otro personaje

Se le comenta que las locaciones naturales en el documental reflejan las naturaleza de la zona e incluso existen fotografías fijas en blanco y negro, y expresa:

“En la parte de la investigación me di cuenta del valor de la zona porque al igual que en la música eran diferentes géneros, entendí que en la Costa de Oaxaca y la Costa Chica los escenarios son diversos, hay mar, puerto, pero en la Costa Chica existe campo, montaña, llano,en fin, es muy complejo hablar de una sola Costa Chica, son diferentes caras y son muy bonitos los escenarios, y había que presentarlos porque de ahí nace la música también, de ahí nace la cultura.

 “No es lo mismo la música del puerto: esa alegría, ese calor y ese sabor que la música que está más atrás en el campo, donde hay un silencio absoluto y los instrumentos son diferentes, cantan diferente y había que retratar todo eso, y por supuesto había que incluir a la naturaleza, porque parte de ahí viene la inspiración. Se muestran elementos como el agua, los árboles, hay un árbol gigante que es un guanacaste, el cual es muy común. Se siente maravilloso estar entre esos árboles porque han permanecido muchísimos años. Creemos que la historia de esta comunidad debe preservarse”.

Las fotografías ocupan 95 minutos. Explica:

“Es un elemento narrativo que apoya esta idea de mantener el presente. Capturar esos instantes e inmortalizarlos. No sólo es una idea estética sino que también de alguna forma es como romper el lenguaje del video, como de alguien que trata de congelar un momento de la historia. Es como decir que no se olvide a estos personajes. Se trata de mantenerlos siempre ahí, en esa imagen congelada”.

–El tema afrodescendiente se halla en la música. Y no se les pone como víctimas…

–No quería meterme en ese discurso. Yo siento que es una comunidad bella con todos los elementos. La victimización no es el camino, siempre hay que retratar lo bello y siempre enaltecer la parte bella de una cultura. Era complicado hablar de la herencia afro porque las líneas son muy borrosas en México. Al final no quería hacer un discurso como en pro de una herencia afro o en pro del reconocimiento por simplemente ser afro. Es una comunidad mexicana como las del norte o el este. Simplemente poseen sus propias características y su lenguaje, y tienen su forma de vivir y le cantan a algunas cosas en particular, y eso es lo que quería retratar.

Raí y su padre Chago Prudente. Relevo. Foto: Cortesía de la Producción

Habla de la sensibilidad musical que hay, incluso con los niños y niñas:

“Es algo que me encantó al visitar estos lugares, el ver que en las escuelitas hay una presencia de infantes que están aprendiendo la música. Por ejemplo, Chogo Prudente en su casa recibe a los niños de la comunidad para enseñarles sobre la tradición musical de Santiago Llano Grande. A mí se me hace hermoso eso, que exista gente con pocos recursos que aún así brinda su tiempo para enseñar. Se me hace una de las tareas más nobles, y quería que eso estuviera”.

Sin embargo, subraya, es aún un mundo musical integrado por hombres:

“Incluimos a un personaje femenino al final del filme que simboliza de alguna forma ese cambio generacional, porque en la tradición musical de la Costa y la Costa Chica predomina la figura masculina, y es abismal la diferencia, ni siquiera hay un porcentaje ahí equilibrado. Sin embargo con los niños ya vemos que están mitad y mitad. Alejandra Robles representa ese cambio y al final va sembrando semillas en todos lados. También hay la presencia de una banda femenina”.

Habla asimismo de los ritmos que se difunden en Los hijos de la Costa:

“Los géneros musicales que se tienen que ver con la riqueza dentro de las comunidades. Es un lugar donde hubo mucha convergencia cultural, hubo muchísimo intercambio y está representado en todo, en los escenarios, los rasgos físicos. Ahí está mezclada toda nuestra historia.

“Hay música tropical, como la cumbia, el merequetengue, chilena, boleros costeños, en fin. Es música que vino de afuera y la gente de la comunidad la transformó, le imprimió su propio sello”.

Finaliza:

“La música se sigue transformando, sigue evolucionando aunque venga de otro lado, con su propio ADN”.

Con información de proceso.com.mx

Por: Redacción2
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