A ti ciudadano:
En el México de antaño hubo un grupo de hombres que se dedicaron a la seducción callejera de mujeres de forma profesional, es decir, de eso vivían. La sociedad de entonces los conoció como “lagartijos”, por una peculiar razón.
Pero ¿cómo es que estos ganapanes vivían del cortejo de féminas?, se preguntarán los ciudadanos de la época.Pues bien, la estrategia de estos malandrines era el enganche solo de señoras y señoritas de alta alcurnia, a fin de que, una vez envueltas en el idilio amatorio, les dieran su dinero a través de regalos o de plano en efectivo.
Aunque lograr su cometido no era tarea fácil. Tenían que vestir con lo mejor de la época, según su presupuesto se los permitiera. Por lo regular se les veía con jaquet, saco cruzado, moño, camisa, sombrero de bolo, zapatos de charol con polainas, guantes, bastón y bigote espeso bien recortado.
Y como dice el dicho, hasta entre lagartijos había clases, al menos dos. Los primeros eran los lagartijos de la aristocracia, que procuraban ser cultos y saber lo último de lo último en tendencias de moda y noticias de Europa.
Mientras que los segundos eran lagartijos de clase media, bohemios o también llamados “de barrio”, a quienes se les veía comprando ropa de segunda, usando un mismo juego de ropa por muchos días, y que en cuando el pantalón, jaquet o camisa se les desgastaba iban corriendo a repararla al mercado El Volador, entonces ubicado en donde actualmente está la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Una vez con toda su indumentaria lista, cazaban a las mujeres de buena posición en la calle de Plateros, actualmente calle Madero, también en el Teatro Nacional o la Cantina La Fama Italiana, todos estos lugares a los que asistía la gente bien.
Había unos que empezaban lanzando miradas a las mujeres, a la espera de que alguna de ellas respondiera con veloces guiños o bien una sonrisa. Sin embargo había otros que simplemente se arrojaban a hacerles la plática mientras las jóvenes caminaban por la calle, tras lo cual muchas de ellas, ofendidas, optaban por quitárselos de encima a bofetadas o sombrillazos.
Tras este acto muchos de estos seductores profesionales optaban por ir desesperados tras la dama que recién los había rechazado, de ahí que, por este movimiento de correr a toda prisa tras su presa, se les pusiera el nombre de “lagartijos”.
Las referencias indican que estos personajes anduvieron seduciendo mujeres por las calles en los siglos XVII, XVIII y XIX, siendo este último en el que más proliferaron, haciéndoles caricaturas en los periódicos de la época.
Y así fue como por tres siglos los "lagartijos" pulularon en las calles de la Ciudad de México, buscando a mujeres de las cuales pudieran aprovecharse económicamente.
Por Víctor Hugo Estala Banda