Hace unos días estuve en un grupo de duelo en donde solo asisten señores, ya les he platicado de ellos y de cuánto aprendo escuchándolos.
El grupo tiene todo tipo de duelos por pérdida de un ser querido, algunos perdieron a sus hijos, otros a hermanos, papá, mamá o esposa, y me dio mucho gusto escuchar que algunos viudos están ya en la etapa de reconstrucción y se están abriendo a rehacer su vida e incluso están buscando nuevamente una pareja.
Escucharlos tan contentos e ilusionados me enterneció muchísimo y me llevó a pensar, que diferentes somos los hombres de las mujeres.
La mayoría de las viudas esperan más tiempo para pensar tener nuevamente una pareja, creo que el apego es más fuerte en nosotras, además que el juicio de la sociedad es más duro para una mujer y en ocasiones preferimos protegernos de los que nos pudieran señalar.
Definitivamente los hombres y las mujeres actuamos muy diferente en la viudez, existen muchas generalidades como las diferencias culturales y sociales entre nosotros, pero también hay muchas particularidades que pueden ser estados de vida diferentes, la personalidad, la cantidad y calidad de recursos internos (carácter, espiritualidad, experiencia previas, conocimiento de duelo, etc) y recursos externos (red social de apoyo como familia y amigos, religiosidad, contar con un terapeuta, psicólogo, grupo de duelo, etc), también influye el nivel de apego, si fue una muerte súbita o por enfermedad o ancianidad, la edad de la persona… en fin, muchísimas cosas que nos dictan porque cada uno actuamos de manera diferente.
En mi caso les puedo platicar que mi experiencia fue difícil, muere mi hijo de 17 años y 6 meses después murió mi esposo, él sufrió una enfermedad muy larga de casi 10 años, fueron años muy difíciles en donde yo desaparecí, me olvidé de mí misma, mi prioridad era él y por supuesto mis hijos que aún estaban chicos.
No me arrepiento de haberlo hecho así, era lo que me tocaba en ese momento, dejar todo de lado y sacar adelante a mi familia, ser el soporte, sobre todo emocional para ellos, pero en este proceso yo fui desapareciendo poco a poco, sacaba a flote a mi familia mientras yo me hundía lentamente y estuve a punto de desaparecer por completo.
Así que después de la muerte de mi hijo y mi esposo comencé un proceso de duelo muy doloroso y difícil, intentando primero reconstruirme, y en ese primer intento tuve un encuentro con migo misma, desvié la mirada que tenía puesta fuera de mi, para voltear a ver mi interior.
Todos estos años, más de 6 años que estuve sola, fueron un tiempo para reencontrarme, para redescubrirme, para reconstruirme, una reconstrucción que venía dándose por las pérdidas sufridas sí, pero también por esa ausencia de mi misma y me reencontré conmigo, me redescubrí, y de ese redescubrimiento que hice de mí, empecé entonces la verdadera reconstrucción.
Fue un proceso muy largo y doloroso, pero hoy que lo veo a la distancia, créanme, fue realmente un proceso bellísimo. Verme cara a cara con mi yo interior fue difícil, pero enriquecedor, me hizo darme cuenta de mis fallas y de mis errores y esto me ayudo a extender mi mirada para descubrir todas mis potencialidades, todas mis posibilidades; me marcó la pauta de mi reconstrucción, me ayudo a encontrar un nuevo sentido de vida, a tener nuevas metas y nuevos sueños, y finalmente vencí un gran miedo que me ayudó a tener seguridad de que si yo me abría a la posibilidad de volver a tener una pareja, todo iba a estar bien.
Y así ha sido, estuve muy contenta y en paz esos más de 6 años que estuve sola, pero ahora tengo ya casi 2 años con una pareja maravillosa que ve en mi todo lo que yo durante tantos años no pude ver, que me valora, me cuida, me respeta y me ama tal cual soy, y eso enriquece mi vida, me siento plena y feliz y sigo sintiendo esa paz tan anhelada.
Así que yo te invito a buscar ese camino de encuentro contigo mismo, a transformar tu mirada y voltearla hacia ti para descubrir lo maravilloso que eres y de esa manera, poder mirar al otro como un alguien a quien acompañar, a quien servir y a quien amar, que eso, queridos amigos, es la felicidad.
Velia Rojas Zambrano