ESTADOS UNIDOS (apro).-La decisión del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de renunciar como candidato del Partido Demócrata a la presidencia abre la puerta a que otros aspirantes se conviertan en el nominado demócrata para noviembre. El mandatario ha expresado su apoyo a la vicepresidenta, Kamala Harris, y otros demócratas se han movido con rapidez para apoyar su candidatura, aunque no está claro si conseguirá la nominación con facilidad. A continuación, algunos de los aspirantes más destacados a un hueco en la fórmula demócrata.
La vicepresidenta nació en Oacklad, California. Describe a Thurgood Marshall como una inspiración y habla a menudo sobre cómo creció viendo a sus padres muy implicados en el movimiento de derechos civiles.
Su padre, economista, y su madre, especialista en cáncer, se conocieron cuando eran estudiantes de grado en la Universidad de California, Berkeley, donde Harris recuerda que pasaron mucho tiempo “marchando y gritando por eso llamado justicia”.
Cuando eligió a Harris como su compañera de fórmula en 2020, Biden la describió como “una defensora valiente del desfavorecido”. No ha flaqueado como candidata a la vicepresidenta y se ha hecho más visible en actos de campaña en las últimas semanas.
Harris, que es negra y también tiene raíces del sur de Asia, es la primera mujer vicepresidenta del país y la primera persona de color que ocupa ese cargo. Se graduó en la Universidad de Howard, lo que también la convierte en la primera persona procedente de un colegio o universidad históricamente afroestadounidense en la presidencia o vicepresidencia.
Harris ganó su escaño al Senado federal en 2016 tras ser elegida dos veces como fiscal general de California. En su campaña al Senado recalcó sus batallas contra grandes bancos durante la crisis hipotecaria, universidades con fines de lucro que explotaban económicamente a sus alumnos e infractores medioambientales.
Ha hablado durante años sobre la reincidencia y una reforma de la justicia penal, y presionó para buscar una estrategia distinta a los crímenes no violentos que haga hincapié en la rehabilitación en lugar de en castigos severos y estandarizados. Lo llama combatir el crimen con inteligencia.
Como vicepresidenta, Biden le ha encargado asumir algunas de las tareas más complejas de su gobierno, como asegurar las fronteras del país. Como funcionaria que preside el Senado, ha ejercido un número récord de votos de desempate sobre iniciativas de ley presentadas por los demócratas, que defienden una ajustada mayoría en las dos cámaras del Congreso en los comicios de este año.
Harris, de 59 años, está casada con el abogado de Los Ángeles Douglas Emhoff.
Pritzker, de 59 años, fue nominado a gobernador en 2018 tras unas abarrotadas primarias. Derrotó al gobernador republicano Bruce Rauner y heredó montañas de deuda estatal, facturas sin pagar y una calificación crediticia de Wall Street un punto por encima del bono basura porque los dos años de disputas de Rauner con los legisladores demócratas habían hecho que el estado funcionara sin presupuesto.
Trabajando con supermayorías demócratas en las dos cámaras estatales, Pritzker presume de presupuestos equilibrados y ha pagado miles de millones de dólares en deudas, lo que ha provocado sucesivas mejoras crediticias. También ha supervisado un incremento del financiamiento de educación, centralizado los servicios de primera infancia y aprobado nuevas leyes para asegurar que los seguros médicos son más amplios, accesibles y asequibles.
Tras ser elogiado en general por su gestión de la pandemia del COVID-19, derrotó a un republicano apoyado por Trump con el 55% de los votos, convirtiéndose en el primer gobernador de Illinois reelegido para un segundo mandato en 16 años. No tardó en ofrecer un discurso de victoria que sonaba al de un candidato nacional, que criticaba a Trump y preguntaba “¿están listos para pelear?”.
Incluso antes de su reelección, cuando había especulaciones de que Biden podría no buscar un segundo mandato, Pritzker fue criticado por decir que estaba contento como gobernador mientas viajaba a uno de los primeros estados en votar, Nueva Hampshire, y hacía campaña o financiaba a candidatos demócratas a nivel nacional. Ha seguido ganando influencia de una costa a otra financiando una organización política llamada “Think Big America” que aspira a proteger el derecho al aborto y ha respaldado enmiendas constitucionales estatales para reforzar esas protecciones en Ohio, Arizona y Nevada.
La gobernadora de Michigan Gretchen Whitmer ha ganado relevancia con rapidez en el Partido Demócrata desde que ganó las elecciones en su estado en 2018, tras década y media como legisladora estatal.
Su presencia nacional se incrementó de forma considerable en los últimos años de la presidencia de Donald Trump, cuando se convirtió en una de las voces más eficaces del partido para oponerse al entonces presidente. Ella dio la réplica demócrata al discurso sobre el Estado de la Unión de Trump en 2020 y chocó a menudo con él sobre la gestión federal de la pandemia del COVID-19.
Hacia el final de 2020, el FBI descubrió una trama para secuestrar a Whitmer, que terminó con nueve hombres condenados por un jurado o que reconocieron su culpabilidad.
En su campaña de reelección de 2022, Whitmer se centró en los derechos reproductivos, lo que le dio una victoria con una diferencia de dos dígitos y la aprobación en referendo de una propuesta para consagrar el derecho al aborto en Michigan. Su partido también ganó las dos cámaras estatales, lo que le dio una triple victoria demócrata por primera vez en casi cuatro décadas.
Las enormes victorias demócratas en un estado que suele cambiar de manos y que Trump ganó en 2016 posicionaron a Whitmer como activista destacada en libertad reproductiva y como fuerte aspirante a una futura candidatura presidencial.
Whitmer —que fue una de las personas destacadas en la campaña de reelección de Biden— elude desde hace tiempo las preguntas sobre si tiene interés en un puesto superior, y este mes dijo a The Associated Press que no se presentaría como candidata este año si Biden se hacía a un lado.
Sin embargo, la demócrata de 52 años ha trabajado para ganar presencia a nivel nacional. En 2020 se reunió con Biden cuando él estudiaba a quién elegir como aspirante a la vicepresidencia, y ahora la gobernadora está de gira para presentar su nueva autobiografía. Whitmer también ha formado un grupo de presión política que ha recaudado millones de dólares en este ciclo electoral.
El gobernador de California, Gavin Newsom, nació en San Francisco y entró en política como voluntario para la campaña de Willie Brown a alcalde de 1995. Dos años más tarde, el alcalde Brown nombró a Newsom para un puesto vacante en la Junta de Supervisores de San Francisco, para el que después fue elegido y reelegido.
Después Newsom se convirtió en alcalde y llamó atención nacional en 2004 cuando ordenó a un funcionario de San Francisco que emitiera licencias de matrimonio para parejas del mismo sexo.
Fue elegido teniente de alcalde en 2010 y lideró sin complejos un programa progresista cuando fue elegido gobernador ocho años más tarde. Ahora está en su segunda legislatura y dice que “defiendo los valores de California: los derechos civiles a la inmigración, la protección medioambiental, el acceso a escuelas de calidad en todos los niveles y la justicia”, según su biografía oficial.
Newsom, de 56 años, se ha mantenido en las noticias este año, desafiando a aspirantes a la candidatura presidencial republicana en apariciones públicas a pesar de que él no era aspirante. Ha sido uno de los defensores más férreos de Biden, incluso cuando crecían las críticas por el deslucido debate del presidente. A principios de julio, durante un acto de campaña en Nueva Hampshire donde representaba al presidente, Newsom dijo de Biden que “va a ser nuestro candidato”.
El gobernador fue una estrella del béisbol en la Universidad de Santa Clara. Tras graduarse trabajó brevemente en ventas antes de abrir una tienda de vino que creció hasta convertirse en el PlumpJack Group, que incluye restaurantes, balnearios y viñedos en toda California.
Está casado con Jennifer Siebel Newsom. Tienen cuatro hijos.
El gobernador de Pennsylvania, Josh Shapiro, considerado desde hace tiempo una estrella política en auge, está a mitad de su segundo año como gobernador tras una cómoda victoria sobre un candidato de ultraderecha y respaldado por Trump en un estado disputado en las presidenciales.
Shapiro, de 51 años, ha sustituido a Biden en actos de campaña y le ha apoyado en apariciones en televisión. También tiene años de experiencia en enfrentamientos directos con el expresidente Trump, primero como fiscal general del estado y ahora como gobernador.
Si se suma a una candidatura demócrata, Shapiro sería el primer aspirante a la presidencia de origen judío o el segundo aspirante a vicepresidente de ese origen, tras el exsenador demócrata Joe Lieberman, de Connecticut, en 2000.
Shapiro ha ganado tres elecciones estatales —dos como fiscal general y otra como gobernador— con un estilo de campaña disciplinado y muy calculado, que ofrece a los votantes una opción más convencional que el combativo político estrella del estado, el senador federal John Fetterman.
Como gobernador, Shapiro ha empezado a dejar atrás su comportamiento estrictamente formal para mostrarse más confiado y hablar de forma más cercana. En una aparición reciente en MSNBC, dijo que Trump debería “dejar que quejarse” y dejar de “poner a parir a Estados Unidos”.
Shapiro ha enfrentado de forma agresiva lo que considera antisemitismo asociado a las manifestaciones propalestinas y ha expresado su solidaridad con Israel en su esfuerzo de eliminar a Hamás.
Es un firme defensor del derecho al aborto en Pensilvania y suele celebrar sus victorias judiciales contra Trump, lo que incluye repeler las impugnaciones del resultado electoral de 2020.
También se ha posicionado como un moderado en asuntos energéticos en el segundo estado que más gas natural produce y recalca la necesidad de un enfoque bipartidista en un gobierno estatal dividido.
El gobernador demócrata de Carolina del norte, Roy Cooper, ha ganado seis elecciones estatales durante dos décadas en un estado donde los republicanos suelen imponerse en las votaciones estatales y también controlan la legislatura.
Cooper, de 67 años, tiene una alta popularidad como gobernador y se ha beneficiado de un crecimiento en la economía del estado, del que su gobierno y los legisladores reclaman el mérito. También se describe como un defensor de la educación pública y el derecho al aborto. Aunque Cooper consiguió convencer el año pasado a los parlamentarios republicanos para que ampliaran Medicaid dentro de la Ley de cuidado de salud asequible, otros esfuerzos se han visto frustrados por una Asamblea General con mayorías a prueba de veto que ha reducido su capacidad de gobierno.
Nació en el condado rural de Nash, unos 80 kilómetros (50 millas) al este de Raleigh. Fue el quarterback de su escuela secundaria y líder de la división juvenil demócrata en la Universidad de Carolina del Norte, donde obtuvo su grado en derecho. “Coop”, como le conocen sus amigos, volvió a casa y trabajó en la firma legal de su padre.
Cooper derrotó a un legislador demócrata en las primarias de 1986 por un escaño en la cámara de Representantes estatal y fue elegido para la Asamblea General. Sirvió allí 14 años antes de convertirse en líder de la mayoría en el Senado.
Cooper fue elegido fiscal general en 2000 y ejerció el cargo 16 años. Probablemente el caso más famoso en el país durante su mandato fue uno en el que declaró inocentes a tres exjugadores de lacrosse de la Universidad de Duke que habían sido acusados falsamente de agresión sexual por una bailarina erótica.
Cooper derrotó a otro funcionario en el cargo en 2016, en esa ocasión al gobernador republicano Pat McCrory, por unos 10 mil votos. Un tema clave de la campaña era una ley sobre acceso a cuartos de baño que había firmado McCrory y que obligaba a las personas transgénero a utilizar servicios públicos que correspondían con el sexo en su certificado de nacimiento. Como gobernador, Cooper llegó con rapidez a un acuerdo con los legisladores para revocar parcialmente la norma.
Su mandato como gobernador también se vio marcado por las restricciones a negocios y actividad escolar durante la pandemia del COVID-19. Fue reelegido en 2020 por 4.5 puntos porcentuales, aunque Donald Trump ganó los votos electorales del estado.
Cooper y su esposa, Kristin, tienen tres hijas mayores.
El gobernador de Kentucky, Andy Beshear, se aseguró su reputación como demócrata en alza al derrotar a republicanos respaldados por Trump en un estado de fuerte tradición republicana.
El año pasado mostró un estilo disciplinado y tenaz para ser reelegido ante el desafío del entonces fiscal general Daniel Cameron. El gobernador ha instado a los demócratas a seguir su fórmula ganadora centrándose en las preocupaciones cotidianas de los estadounidenses, como empleos bien pagados, educación de calidad y salud.
Beshear apoya el derecho al aborto, pero en Kentucky ha centrado su mensaje para revocar lo que describe como un veto extremo sin excepciones para víctimas de violación e incesto.
El gobernador recibió reconocimiento generalizado por su empatía y atención al detalle a la hora de sacar adelante al estado durante la pandemia del COVID-19 y tras una serie de tornados e inundaciones que causaron enormes daños. Afinó sus habilidades de orador celebrando conferencias de prensa periódicas que a menudo duran en torno a una hora.
Beshear ha gobernado durante una época de crecimiento económico récord en Kentucky y suele comenzar sus conferencias de prensa celebrando los nuevos logros económicos del estado. Menciona con frecuencia su fe cristiana y cómo guía sus decisiones políticas.
Beshear, que tiene experiencia como abogado, ganó las elecciones a fiscal general estado en 2015. Después derrocó a Matt Bevin, respaldado por Trump, para convertirse en gobernador en 2019.
Beshear entró en política con un sólido pedigrí como hijo del exgobernador Steve Beshear, que ejerció dos mandatos, aunque ha enfrentado obstáculos políticos más duros que su padre. A diferencia de su padre, Andy Beshear tuvo que lidiar con una legislatura controlada por republicanos que han frenado algunas de sus prioridades. Una de ellas es financiar la educación preescolar para todos los niños de Kentucky a partir de 4 años.
El senador federal Mark Kelly, de Arizona, comenzó su carrera como astronauta y después se labró una imagen de moderado en un estado con larga tradición republicana.
En sus dos campañas —la primera en 2020, para terminar el mandato del fallecido senador republicano John McCain, y la segunda dos años más tarde para un mandato entero—, Kelly logró más votos que cualquier otro demócrata en las urnas. Superó a Biden, que ganó por poco en Arizona, por dos puntos porcentuales en 2020.
Su primer paso por la política nacional llegó a través de la tragedia. Su esposa, la entonces representante federal Gabrielle Giffords, recibió un disparo en la cabeza cuando se reunía con votantes ante una tienda de alimentación en Tucson, un tiroteo que dejó seis muertos y provocó una reflexión inicial sobre la violencia política y el rencor partidista.
La improbable supervivencia de Giffords la convirtió en una inspiración nacional pero no impidió el final de su prometedora carrera política. Ella y Kelly fundaron después un grupo que defiende el control de armas, y Giffords ha sido una poderosa aliada después de que Kelly ocupara su lugar en política.
En el Senado, Kelly se ha centrado en seguridad nacional y ejército, así como en la sequía que sufre el oeste de Estados Unidos. Fue crucial para elaborar la Ley CHIPS y ciencia, una ley firmada por Biden para impulsar la manufactura de semiconductores en Estados Unidos.
Kelly fue piloto de pruebas de la Marina e hizo 39 misiones de combate durante la Guerra del Golfo antes de unirse a la NASA, donde hizo tres misiones en transbordador espacial.
Aunque es de Nueva Jersey, se instaló con Giffords en Tucson tras retirarse de la NASA y la Marina.
A diferencia de la senadora Kyrsten Sinema, que fue elegida como demócrata dos años antes que Kelly pero después dejó el partido para convertirse en independiente, Kelly ha logrado conservar el apoyo de las bases del partido sin perder a los votantes independientes.
Con información de Proceso.