La esperada inauguración de los Juegos Olímpicos en París 2024 se convirtió en un espectáculo de antivalores, promoviendo la ideología de género y rindiendo homenaje al aborto y a la niñez trans, una completa burla para el cristianismo.
Lo que podría haberse visto como un sano encuentro deportivo global, se convirtió en un evento donde progresistas tomaron el centro del escenario, convirtiéndose en un acto que ha sido repudiado por cristianos de todo el mundo, quedando en evidencia una vez más, la falsa “inclusión” de la diversidad.