No, definitivamente no nada más he estado leyendo.
La Casa del Dragón (2024) es una serie de televisión inglesa, basada en la novela Fuego y sangre, parte de la saga literaria: Canción de hielo y fuego (escrita por George R. R. Martin). La Casa del Dragón es una precuela de Game of Thrones. La historia transcurre doscientos años antes de los eventos narrados en esta y ciento setentaidós antes del nacimiento de Daenerys Targaryen. La historia que narra se nutre, a partes iguales, de fantasía, drama, romance y acción.
Dado que para aquellos que no la han empezado a ver (la serie va en su segunda temporada) este relato podría contener spoilers, le advierto a mi media docena de lectores: no continúen leyendo; y si sí lo hacen, luego no se quejen. Sobre aviso no hay engaño.
Pues resulta que estoy más que entretenido. Si a usted, querida lectora, gentil lector, le gustó Game of Thrones, no se la puede perder. Creo que la trama no desmerece nada a la primera. Aunque la crítica no recibió con buenos ojos la novela debido a su farragosa densidad, la serie está a la altura de su predecesora que, por irónico que parezca, en la línea del tiempo de la trama los hechos transcurren, como ya dije, doscientos años atrás.
Si Canción de hielo y fuego (Game of Thrones) narra las vicisitudes de un grupo de personajes pertenecientes a distintas casas nobiliarias en el ficticio continente de Poniente para ascender al Trono de Hierro y gobernar los siete reinos que integran el territorio (con una historia de zombis de trasfondo), La Casa del Dragón cuenta la historia del comienzo del declive de la Casa Targaryen, cuyo origen se halla en un conflicto intrafamiliar conocido como La Danza de los Dragones, centrado en la división de la realeza en dos bandos a fin de hacerse con la sucesión al trono de hierro: por un lado, la reina Rhaenyra Targaryen, primogénita de Viserys I, habida con Aemma Arryn; y el rey Aegon II Targaryen, primer hijo de Viserys I con Alicent Hightower y, por ende, medio hermano de Rhaenyra.
¿Por qué me ha gustado tanto? Porque la historia está tan bien contada, que me permitió recordar trozos de la historia universal; por ejemplo, la historia de Julio César y Mario, un noble y un plebeyo que, aliados, pusieron de cabeza a Roma, subvirtieron los fundamentos de la república, la forma de hacer política y sentaron las bases para construir un imperio que, en su última etapa (el Imperio Romano de Oriente), perduró casi mil quinientos años.
La serie me ha hecho recordar, inevitablemente, otra de manufactura excelente, Sh?gun (2024). Ésta es una serie gringa de contenido histórico basada en la novela del mismo nombre del autor James Clavell, escrita allá por 1975 (una de las mejores novelas que he leído en mi vida, sin duda y una de mis preferidas[1]). En realidad la serie que estoy recomendando se trata de una readaptación de una miniserie, del mismo nombre, filmada en 1980.
Shogun cuenta el choque de dos hombres extraordinariamente ambiciosos y habitantes de distintos mundos, junto a la presencia de una elusiva samurái femenina: John Blackthorne, un marinero inglés quien naufraga en costas japonesas, una tierra cuya cultura ignora y finalmente conmueve su cosmogonía; el señor Toranaga, un taimado y todopoderoso daimio en conflicto permanente con peligrosos rivales políticos empeñados en matarlo; y Mariko, una mujer con una inteligencia sutil y extremadamente hábil, pero con lazos familiares deshonrosos, quien deberá demostrar su valentía y lealtad.
Si quiere aprender de sutilezas políticas, si quiere atisbar detrás de la cortina y observar desde la comodidad de su hogar cómo piensa un político de verdad, no se puede perder ninguna de estas dos series. Véalas, diviértase, coma palomitas, tómese su cocota con harto hielo y aprenda.
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Luis Villegas Montes
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[1] CLAVELL, James. Shogun, Círculo de Lectores, Colombia, 1976.