Las opciones de Donald Trump

Donald Trump está desconcertado. La irrupción de Kamala Harris como candidata presidencial del Partido Demócrata ha representado un golpe del que, por el momento, ese expresidente no parece haberse recuperado.

Ni siquiera los demócratas más optimistas dimensionaron la magnitud del efecto que su nueva candidata generaría. La actual vicepresidenta estadunidense unificó a todas las facciones de su partido en apenas un par de días. 

Con la misma velocidad disipó dudas sobre su carisma o habilidades discursivas, convirtiéndose en éxito en redes sociales. Pero, sobre todo, Harris ha logrado generar dos emociones fundamentales en una elección; dos emociones que los demócratas no sentían desde la primera campaña de Barack Obama: alegría y esperanza.

Estos fenómenos se han reflejado en las más relevantes encuestas nacionales y locales.  A escala nacional, antes de retirarse de la contienda, Joe Biden seguía una tendencia negativa que le había dejado a 4 puntos porcentuales por debajo de Donald Trump. 

Más relevante aún es el hecho de que Biden estaba abajo en todos y cada uno de los llamados “swing states”; es decir, los estados que decidirán la elección presidencial de este año. 

Vale la pena recordar que en el sistema electoral estadunidense llega a la presidencia la persona que obtenga al menos 270 votos en el colegio electoral. Cada estado aporta un número de votos fijo a ese colegio –por ejemplo, Michigan aporta 15 y Texas 40–. Y el partido que gane el voto popular en un estado se lleva todos los votos que van al colegio electoral. 

Las encuestas muestran que Kamala Harris ha alcanzado o rebasado a Donald Trump tanto en el voto popular como en un número suficiente de estados clave. Sin embargo, también es cierto que es imposible saber si será suficiente. 

Por principio de cuentas, la ventaja en el voto popular de Harris es de alrededor de 3 puntos porcentuales, cuando es conocido que el Partido Demócrata necesita de entre 3 y 4 puntos de ventaja en número total de votantes para tener los votos suficientes en el colegio electoral.

Esto no es todo. Los estados donde Harris ha rebasado o empatado a Trump están todos dentro del margen de error de las encuestas relevantes. Esto significa que, pese a que el resultado del ejercicio de la casa encuestadora es el publicado, se asume que el margen es tan menor que los errores naturales del proceso podrían falsificarlo.

Lo anterior queda retratado en los modelos predictivos de medios más serios, como The Economist o The New Statesman. Mientras que el primero da a Harris 60% de probabilidades de ganar, el segundo le otorga 52 por ciento.

Las tendencias favorecen a Kamala Harris. Su irrupción ha cambiado radicalmente la contienda al punto de dejar a Donald Trump desconcertado. Pero la elección presidencial estadunidense claramente sigue siendo un volado. 

Ante este escenario, y faltando poco más de dos meses para el día de la jornada, Donald Trump tiene dos opciones principales sobre la mesa: una es nuclear, la otra es moderada.

La opción nuclear consiste en redoblar su apuesta por movilizar a su base vía el discurso agresivo, racista, sexista y marcadamente pesimista que le ha caracterizado; es decir, en soltar aún más las riendas del personaje nefasto que resulta tan atractivo para el movimiento MAGA y que, fuera de Estados Unidos, es marcadamente repudiado.

La opción moderada pasa por moverse hacia el centro con el fin de capturar los votos de personas indecisas o votantes independientes que podrían inclinarse hacia cualquiera de los dos lados. Tomar esta opción implicaría alejarse del personaje descrito arriba y presentarse como un candidato más institucional y disciplinado.

La aparente indecisión de Trump ante este dilema tiene una manifestación concreta en el choque entre dos grupos de presión dentro del Partido Republicano. 

En los últimos días, organizaciones y líderes de ultraderecha han presionado abiertamente a los directivos de la campaña presidencial republicana. De acuerdo con estos grupos, los asesores de Trump le han confundido o engañado al punto de llevarlo a abandonar banderas ultraderechistas.

Quizás el más claro ejemplo de ello sea el deslinde público de Trump del llamado “Proyecto 2025”; un nefasto documento de casi mil páginas concebido para ser una especie de guía o proyecto de gobierno del presidente republicano. 

El “Proyecto 2025” no es un asunto menor; se trata de un plan que, de ser implementado, dejaría a Estados Unidos en la penumbra. 

Y es que este documento incluye aberraciones aplaudidas por grupos ultraconservadores, como la desaparición de la educación pública federal, incrementar el control presidencial sobre el Departamento de Justicia, reemplazar a funcionaros públicos con servicio de carrera por leales al movimiento MAGA, eliminar regulaciones ambientales, criminalizar la pornografía y un control grosero sobre las mujeres y sus cuerpos.

Trump dijo públicamente que el “Proyecto 2025” sería su guía en caso de regresar a la Casa Blanca. Decenas de sus colaboradores más cercanos participan en la organización que lo ha diseñado y publicado. Sin embargo, en semanas recientes, al ser cuestionado y criticado sobre sus vínculos con ese proyecto, Trump se ha deslindado.

Harris. Alegría y esperanza en la contienda. Foto: AP

Por otro lado, los directivos de la campaña republicana, asesores e incluso legisladores de ese partido han exhortado públicamente a Trump en dejar fuera de su discurso agresiones y radicalismos para concentrarse en políticas públicas que apelen a electores moderados.

Por ejemplo, una y otra vez se le ha llamado a no hacer comentarios sobre la raza o sexo de Kamala Harris, a dejar de abrazar a líderes ultraconservadores y a abstenerse de improvisar o enfrascarse en los conocidos discursos donde suele vomitar una serie de comentarios inconexos. Recientemente Trump parece obsesionado con Hannibal Lecter, mostrar que sus eventos son más grandes que los de Harris, que es más inteligente o guapo que ella.

El hecho de que Trump parezca confundido entre ambas posturas se ha magnificado por una exitosa estrategia implementada por Harris. Sus discursos abordan el peligro que su rival representa, pero lo retratan como un hombre “poco serio”, ridículo, raro o desfasado. No hay nada peor para un político que ser burlado. A ello hay que sumar que la elección de este año implica un riesgo existencial para el candidato republicano: de no llegar a la Casa Blanca, bien podría terminar siendo encarcelado.

Lo anterior no significa que Donald Trump esté condenado o derrotado. Existe un precedente de un caos en su campaña del que salió bien librado. En 2016, tras unas semanas de crisis, ese candidato decidió restructurar a su equipo, rodearse de asesores más sensatos y adoptar un enfoque más disciplinado. Además, con más tiempo y exposición, el efecto Harris podría terminar disolviéndose o alcanzado un techo que, por ahora, no ha encontrado.

Kamala Harris y los demócratas intentarán salvar a Estados Unidos construyendo una coalición amplia. Y lo harán contrastando su humanidad, alegría y esperanza con las de un candidato al que parecen haber encontrado su talón de Aquiles.

Sin embargo, las verdaderas campañas presidenciales de Estados Unidos empezarán en septiembre. Y está por verse si, confrontado con su dilema, Donald Trump tomará la opción nuclear o la opción moderada.

*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, Reino Unido.

Con información de proceso.com.mx

Por: Redacción2
Comentarios