Las prácticas espiritistas del presidente Plutarco Elías Calles

A ti ciudadano:

Mucha gente suele ver a Plutarco Elías Calles como un presidente de México que fue indiferente a la religión, inclusive adverso. Esta idea se desprende sobre todo de su actitud hacia la iglesia católica, así como su intransigencia política en la Guerra Cristera (1926-1929). Sin embargo, tal idea no es del todo precisa.

Plutarco Elías Calles nació en Guaymas, Sonora, un 25 de septiembre de 1877. Fue huérfano desde los tres años; su padre estuvo ausente debido al alcoholismo. Su tía materna María Josefa Campuzano y su esposo Juan Bautista Calles fueron los encargados de criarlo.

A diferencia de otras regiones del país, en el norte, y en el estado de Sonora, si bien la religión predominante era el cristianismo católico, esta era menos profusa. Las costumbres y moral eran más flexibles, discurrían alrededor del trabajo. También hay que decir que en dicha entidad, a finales del siglo XIX se pusieron en práctica experimentos pedagógicos en las escuelas, en los cuales se instruía un saber laico.

Precisamente, en 1888 Elías Calles estudió con el profesor Benigno López Serra en la Academia de Profesores, con el propósito de hacerse maestro. Finalmente se recibió en 1894 y se dedicó al magisterio durante un tiempo. Es en esta etapa de su vida donde reforzó su visión desarrollista y pragmática del país.

En la Revolución Mexicana, en 1915, fue designado por Venustiano Carranza como gobernador interino y comandante de Sonora. El estado fue un auténtico laboratorio político de lo que sería su presidencia años después. Allí, su principal interés fue la educación: instó a una perspectiva racional y laica del conocimiento, a través de las Escuelas Cruz Gálvez para huérfanos de la Revolución.

Todo lo anterior nos sirve para comprender la actitud de Plutarco Elías Calles en el conflicto religioso con la iglesia católica y los cristeros. Más que antirreligioso, se mostró anticlerical, y particularmente, contrario a la predominancia de un paradigma católico en las esferas sociales y educativas de México. Para garantizar no solo la agenda política de la Revolución, sino también el desarrollo del país, Calles optó por implementar reformas políticas y educativas parecidas a las que había dispuesto en su estado natal.

Sin embargo, su rigurosidad muchas veces se tornó en intransigencia. También, al fragor del conflicto armado, se cometieron una serie de tropelías que lo hacían parecer un mandatario completamente antirreligioso. Ejemplo de ello fue cuando ordenó en 1928, que el monumento del Cristo del Cubilete fuese derribado con explosivos.

A pesar de que Plutarco Elías Calles consideró el fervor como fanatismo, él mismo no estaba exento de prácticas religiosas. Si bien, no era un hombre adentrado en la fe, si era lo que hoy en día se denomina como católicos culturales. Dicho nombre designa a las personas que están bautizadas por esta iglesia y que crecen en el entorno social de sus prácticas religiosas; sin embargo, no se involucran ni adentran de forma especialmente remarcada en ellas.

En el norte del país la fe católica es menos remarcada que en el centro, el occidente o el sur, lo que la hace bastante dúctil y permeable. Plutarco Elías Calles celebró el funeral de su primera esposa dentro del rito católico, por citar un ejemplo. Por otro lado, esto le permitió tener un ejercicio de lo espiritual pragmático, heterodoxo y bastante flexible. Una muestra de ello es cuando, por el interés político de debilitar a la iglesia católica, instó la creación de una Iglesia Católica Apostólica Mexicana. Esta maquinación fue promovida a través de Luis N. Morones y la C.R.O.M.

También, otra característica de los católicos culturales, es que no rechazan acercarse a otras religiones o cultos, a fin de solucionar angustias, inquietudes o males físicos. El ejemplo más elocuente de ello es su remarcada afición a asistir a sesiones espiritistas, una vez al mes, en una casa de Tlalpan, en la Ciudad de México.

Incluso Calles buscaba otra clase de contacto con los espíritus. No le bastaban las sesiones. A solas, el gobernante realizaba sus propios encuentros. Los fantasmas que ahí veía le contaban lo que ocurriría en la siguiente sesión. Más de un centenar de actas se elaboraron en aquellos trances, las cuales más tarde fueron reunidas por el escritor italo-mexicano Gutierre Tibón y publicadas en un libro.

Otra interesante muestra de su particular religiosidad, es la historia popular que dice que visitó al famoso Niño Fidencio, a fin de curarle de una supuesta lepra. Fue el 8 de febrero de 1928 cuando Calles llegó a bordo del tren El Olivo a la estación de Espinazo, una comunidad cercana a Monterrey, Nuevo León. Ahí atendía el famoso curandero que, le habían dicho con antelación, hacía cirugías indoloras usando solo vidrios provenientes de botellas rotas, lodo, cantos o sobadas, entre otros remedios.

La tradición oral cuenta que fue el mismo Niño Fidencio quien recibió al mandatario y familia en la estación de Espinazo, lo saludó de mano, se dieron un abrazo y luego desaparecieron entre la multitud de personas que ahí estaban para presenciar la histórica visita.

Por Víctor Hugo Estala Banda

Por: Redacción2
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