“La gente tiene temor, hay muchas personas que están confinadas, otras que están siendo extraídas (...). Hay una expectativa de que esto pueda escalar más de lo que ha venido escalando”, relata con pesadumbre Lina Mejía, coordinadora de derechos de la ONG Vivamos Humanos, acerca de la violencia que se apoderó del noreste de Colombia desde hace dos semanas y que recuerda las horas más crudas del conflicto que perdura en el país sudamericano desde hace 60 años.
Pocas fuentes locales se atreven a describir la arremetida de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) contra las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), que deja ya más de 80 muertos y 40 mil desplazados en el departamento de Norte de Santander. Apenas el lunes aparecieron 13 cuerpos en esa zona limítrofe con Venezuela, que pertenecerían a disidentes del Frente 33 que no se acogieron al pacto de paz firmado en 2016 con las FARC.
Lo que dicen los habitantes de la zona, muchas veces bajo anonimato, es que hace tiempo que se avizoraba este conflicto, que también denunció en su momento la Defensoría del Pueblo.
La frágil tregua entre el ELN y las disidencias de las FARC duró hasta que el control de esta zona —que concentra alrededor de 40 mil hectáreas de narcocultivos, además de rutas para el narcotráfico y el contrabando de mercancías y migrantes— hizo volar en pedazos el acuerdo y de paso la alicaída política de “paz total” defendida por el presidente Gustavo Petro. Fue una ofensiva que contó con el beneplácito de Caracas.
Porque “si el ELN logra tener el control del Catatumbo, tiene el control de prácticamente toda la frontera colombo-venezolana, y eso pues imaginarás que es un caramelo muy grande para el grupo”, resalta Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares).
Dominar la frontera
La necesidad de fortalecerse en su bastión histórico se volvió aún más apremiante para esta guerrilla, nacida en 1965 bajo el impulso de la revolución cubana y la teología de la liberación, en medio de los embates que sufre en otros frentes, detalla por su parte Camilo González Posso, negociador de paz del gobierno con las disidencias.
“El ELN se vio replegado a sus bastiones más antiguos en la frontera por el lado de Arauca y Vichada en Colombia y de Apure en Venezuela (en el noreste). Los herederos de los paramilitares desplazaron al ELN de zonas estratégicas en Chocó y en el Bajo Cauca Antioqueño (en el noroeste). (Con lo que) el oro en disputa se le puso más difícil”.
“También en el pacífico caucano (en el este) el ELN ha perdido terreno, esta vez con la expansión de las disidencias del llamado Bloque occidental, que es aliado de Iván Lozada Mordisco”, agrega, mientras que en Nariño, en el suroeste, sufrió la escisión de una facción que decidió negociar por su lado la paz con el gobierno.
Acorralado, el ELN confrontó primero a sangre y fuego a la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL) y luego a las disidencias del Frente 10 que intentaron meterse a Arauca en 2023, a las que persiguió incluso del lado venezolano de la frontera, dando visos de lo que sucedería posteriormente.
Pero incluso la convivencia con el Frente 33, que pertenece a un grupo rival del Frente 10 y con el que había cierta relación, se volvió pronto imposible. Ante su aparente expansión, “la cohabitación llegó a su límite y el ELN decidió como asunto prioritario sacar del Catatumbo y la frontera al Frente 33 y a todo opositor”, dice González Posso, reconocido académico y expresidente del Instituto para la Paz y el Desarrollo (Indepaz).
Con lo que “el ELN lo que hizo fue una especie de purga de todo lo que no les fuera leal a ellos (...) y también amenazaron a muchas más personas que no contribuyeron con dinero al grupo (...), Varios de los muertos que hay son personas que no pagaron la vacuna que les impusieron al llegar”, señala Laura Bonilla, destacada analista política.
La guerrilla, por su parte, asegura haber actuado contra los disidentes de las FARC porque incumplieron acuerdos, planearon operaciones ofensivas con apoyo del ejército y contaban entre sus filas a firmantes de la paz que serían en realidad miembros de las disidencias.
El papel de Venezuela
Según cuestionó el propio presidente Petro, la gran pregunta que quedó abierta es la de entender: ¿por dónde cruzaron los más de 80 guerrilleros del ELN que iniciaron la confrontación y las masacres?
Se sabe que provinieron del vecino departamento de Arauca, para reemplazar a los combatientes de Norte de Santander, quienes parecían estar poco dispuestos a matar tan indiscriminadamente a civiles y guerrilleros con los que compartieron el territorio y a veces lazos familiares. Cosa que no preocupaba a los combatientes del frente oriental del ELN al mando de los comandantes Antonio y Pablito, quienes arrasaron con caseríos en los que ejecutaron a líderes sociales y exguerrilleros de las FARC en proceso de reincorporación.
Pero aunque una fuente que conoce bien el terreno y pidió anonimato asegura que pasaron por Colombia, “frente a las narices” del ejército en grupos pequeños, y que se trató de una retaliación del ELN contra una alianza de disidencias del Catatumbo y de Arauca, la hipótesis más defendida por analistas es que atravesaron Venezuela: la ruta más directa entre los dos puntos.
Según el portal especializado Insight Crime, en 2018 el ELN hacía presencia en al menos 12 estados de Venezuela, pasando este país de ser una retaguardia a su columna vertebral, financiada por diferentes negocios, entre los que se cuentan el impuesto al narcotráfico, pero también la minería de oro. Y aunque parecía que con el gobierno de Petro Caracas podría dejar de ser una piedra en el zapatos de los negociadores de paz colombianos, era obviar dos situaciones.
La primera es que hace rato que los diálogos de paz emprendidos en 2022 con el ELN se tambalean, debido en parte a la autonomía de los frentes de esta guerrilla descentralizada, que parece haber perdido la esperanza de tomar el control del país por las armas y busca fines más etéreos.
“El propósito inicial y final del grupo es (...) existir como organización armada para resistir a un capitalismo global, lo que hace que el horizonte para la dejación de armas sea prácticamente imposible, y el gobierno también entró de una forma muy ingenua, a mi juicio, en la negociación con un grupo que desde el principio dijo yo no quiero dejar las armas”, detalla Laura Bonilla.
Sin olvidar que la ofensiva ocurre en un momento en el que Maduro no parece haberle perdonado a Petro el hecho de poner en tela de juicio la legitimidad de su reelección para un tercer mandato, ocurrida en julio de 2024 en unos comicios denunciados como fraudulentos por la oposición y buena parte de la comunidad internacional.
La reelección de Donald Trump, quien invitó al candidato opositor Edmundo González a su investidura y cuyo entorno barajó en algún momento la posibilidad de invadir Venezuela, trae malos recuerdos al dirigente chavista, quien teme una invasión paramilitar por medio de la frontera colombo-venezolana. Con lo que su control por parte de la guerrilla binacional en que se ha transformado el ELN le garantizaría cierta tranquilidad.
A la pregunta de qué costo están dispuestos a pagar para garantizar ese control, el chavismo pareció responder al desplegar 150 mil efectivos en ejercicio militares que ponen en una situación bastante incómoda a Petro. El mandatario no puede cortar toda relación con un país con el que comparte 2 mil 200 kilómetros de frontera, pero tampoco puede permitir que la guerrilla del ELN cometa masacres y remate el moribundo proyecto de paz total.
Mientras tanto, aún atemorizados, los habitantes del Catatumbo piden que el despliegue de 5 mil tropas del ejército colombiano —equivalente al pie de fuerza total del ELN, del que 2 mil elementos estarían en Venezuela— sirva como mediador de paz y no para arreciar las confrontaciones. “Es cierto que la sociedad civil está pidiendo más un acuerdo humanitario, un cese bilateral, que de pronto una confrontación, porque temen que eso pueda profundizar más el conflicto”, sentencia Lina Mejía.
Con información de proceso.com.mx