No seamos sordos a la voz de la Naturaleza

Cuando en mis años universitarios me enseñaron que el dinero (todo lo que compramos ahorita con, digamos mil pesos) tiene diferente valor en el tiempo, acepté ciegamente la argumentación. Por ejemplo, si con mil pesos puedo comprar ahora 20 kilos de manzana, la pregunta que se planteaba es: ¿Qué prefieres tener, esos 20 kilos ahorita o tenerlos dentro de un año? Y claro, la respuesta era obvia, las manzanas las quiero ya y entonces se plantea la cuestión de preferencia en el tiempo. Si las manzanas las tendrás dentro de un año, qué preferirías, tenerlas ahorita o tener 21 ó 22 ó 23 o ...... 30 kilos dentro de un año. Supongamos que la respuesta para mí es: estoy dispuesto a sacrificar el consumo de 20 kilos ahorita a cambio de poder consumir 25 kilos dentro de un año. Esto significaría que es indiferente tener 20 kilos ya, a tener 25 kilos dentro de un año.

Por otro lado si en vez de tenerlas debo plantar árboles productores de manzana ahora, tendré que esperar el tiempo requerido de crecimiento de los árboles para que empiecen a producir. Esto significa que debo invertir dinero de ahora para tener el dinero (las manzanas que voy a vender) en el futuro y para que el negocio me convenga, debo correr el riesgo de invertir en la plantación y su sostenimiento hasta que los árboles empiecen a producir y mientras más pronto mejor y mientras produzcan más mucho mejor.

En este único criterio basamos la rentabilidad de la inversión y mientras más produzca, más redituable es, sobre todo porque estoy corriendo riesgos de perder mi dinero y entonces me urge que la inversión se recupere lo más rápido posible y además que dé los mayores dividendos que logre sacarle.

Para producir, necesito regar los árboles, protegerlos de heladas tardías, etc. Es decir, necesito gastarle dinero, aunque ya tenga los árboles en edad de producción y por lo mismo me empeño en recuperar mis gastos e inversiones lo más pronto posible. Esto implica sacar agua del subsuelo y mientras más, mejor. El gancho para invertir es sacar dinero y el deseo es ganar mucho dinero y mejor que sea muchísimo dinero.

Lo anterior explica que el modo de producción que aplicamos no cuestiona la preservación de los recursos naturales, todo lo que mueve a producir es ambición insaciable de dinero y deseo insaciable de gastar para tener y desechar para tener lo actual.

Cuando era niño mi mamá me compraba pantalones más largos para doblarles las mangas y que siguieran en servicio durante mi crecimiento, además de que de las rodillas se rompían por el juego a las canicas y entonces se les ponía parche para que durarán más. Luego se le dejaban de herencia a mis hermanos menores, seguían dos, pero ese criterio ya no priva, lo que rige la conducta de compra es cómprese y descártese.

Nuestra sociedad se hace sorda a los gritos de muerte que entona la naturaleza, no la escuchamos, sólo escuchamos el canto de las sirenas, produce y consume, como si ahí estuviera nuestra felicidad. Es por eso que las aguas del subsuelo nos las estamos agotando, los pastos disminuyen su capacidad de pastoreo (carga animal), hay sobreexplotación de bosques, degradación de los suelos y de la atmósfera, y todo para rendirle culto al dinero, esa rentabilidad que se hace sorda a los gritos de extentor de la naturaleza.

Quiero señalar que la naturaleza fue creada por Dios con leyes específicas que conocemos pero no las respetamos. Escuchar la naturaleza es escuchar las leyes divinas y a su Legislador. Pedro el evangelista, después de reconocer a Cristo como el Hijo de Dios vivo, se niega a aceptar que deba pasar por su pasión y muerte, pues su ambición es un Mesías lleno de gloria en la tierra, que sea rentable, muy rentable ya, hoy, inmediatamente. Él como la humanidad, no sabe esperar lo quiere todo pronto y a su gusto, no el de su Divino Maestro.

Apártate de mi Satanás, tu piensas como los hombres y no como Dios y lo mismo nos grita la naturaleza, ya no abuses de mi o me matarás. Ojalá que repensemos en nuestros de inversión, priorizando al regalo que Dios nos ha dado en la naturaleza y nos hagamos austeros y críticos con los criterios de inversión. Que nuestro criterio sea la sustentabilidad del mundo, es el único que tenemos para toda la humanidad por miles de años más. No hacerlo es suicidarnos.

Jorge Luis Vargas Romero

Anexos:

Angelina, NO SEAMOS SORDOS A LA VOZ DE LA NATURALEZA 

Cuando en mis años universitarios me enseñaron que el dinero (todo lo que compramos ahorita con, digamos mil pesos) tiene diferente valor en el tiempo, acepté ciegamente la argumentación. Por ejemplo, si con mil pesos puedo comprar ahora 20 kilos de manzana, la pregunta que se planteaba es: ¿Qué prefieres tener, esos 20 kilos ahorita o tenerlos dentro de un año? Y claro, la respuesta era obvia, las manzanas las quiero ya y entonces se plantea la cuestión de preferencia en el tiempo. Si las manzanas las tendrás dentro de un año, qué preferirías, tenerlas ahorita o tener 21 ó 22 ó 23 o ...... 30 kilos dentro de un año. Supongamos que la respuesta para mí es: estoy dispuesto a sacrificar el consumo de 20 kilos ahorita a cambio de poder consumir 25 kilos dentro de un año. Esto significaría que es indiferente tener 20 kilos ya, a tener 25 kilos dentro de un año.

Por otro lado si en vez de tenerlas debo plantar árboles productores de manzana ahora, tendré que esperar el tiempo requerido de crecimiento de los árboles para que empiecen a producir. Esto significa que debo invertir dinero de ahora para tener el dinero (las manzanas que voy a vender) en el futuro y para que el negocio me convenga, debo correr el riesgo de invertir en la plantación y su sostenimiento hasta que los árboles empiecen a producir y mientras más pronto mejor y mientras produzcan más mucho mejor.

En este único criterio basamos la rentabilidad de la inversión y mientras más produzca, más redituable es, sobre todo porque estoy corriendo riesgos de perder mi dinero y entonces me urge que la inversión se recupere lo más rápido posible y además que dé los mayores dividendos que logre sacarle.

Para producir, necesito regar los árboles, protegerlos de heladas tardías, etc. Es decir, necesito gastarle dinero, aunque ya tenga los árboles en edad de producción y por lo mismo me empeño en recuperar mis gastos e inversiones lo más pronto posible. Esto implica sacar agua del subsuelo y mientras más, mejor. El gancho para invertir es sacar dinero y el deseo es ganar mucho dinero y mejor que sea muchísimo dinero.

Lo anterior explica que el modo de producción que aplicamos no cuestiona la preservación de los recursos naturales, todo lo que mueve a producir es ambición insaciable de dinero y deseo insaciable de gastar para tener y desechar para tener lo actual.

Cuando era niño mi mamá me compraba pantalones más largos para doblarles las mangas y que siguieran en servicio durante mi crecimiento, además de que de las rodillas se rompían por el juego a las canicas y entonces se les ponía parche para que durarán más. Luego se le dejaban de herencia a mis hermanos menores, seguían dos, pero ese criterio ya no priva, lo que rige la conducta de compra es cómprese y descártese.

Nuestra sociedad se hace sorda a los gritos de muerte que entona la naturaleza, no la escuchamos, sólo escuchamos el canto de las sirenas, produce y consume, como si ahí estuviera nuestra felicidad. Es por eso que las aguas del subsuelo nos las estamos agotando, los pastos disminuyen su capacidad de pastoreo (carga animal), hay sobreexplotación de bosques, degradación de los suelos y de la atmósfera, y todo para rendirle culto al dinero, esa rentabilidad que se hace sorda a los gritos de extentor de la naturaleza.

Quiero señalar que la naturaleza fue creada por Dios con leyes específicas que conocemos pero no las respetamos. Escuchar la naturaleza es escuchar las leyes divinas y a su Legislador. Pedro el evangelista, después de reconocer a Cristo como el Hijo de Dios vivo, se niega a aceptar que deba pasar por su pasión y muerte, pues su ambición es un Mesías lleno de gloria en la tierra, que sea rentable, muy rentable ya, hoy, inmediatamente. Él como la humanidad, no sabe esperar lo quiere todo pronto y a su gusto, no el de su Divino Maestro.

Apártate de mi Satanás, tu piensas como los hombres y no como Dios y lo mismo nos grita la naturaleza, ya no abuses de mi o me matarás. Ojalá que repensemos en nuestros de inversión, priorizando al regalo que Dios nos ha dado en la naturaleza y nos hagamos austeros y críticos con los criterios de inversión. Que nuestro criterio sea la sustentabilidad del mundo, es el único que tenemos para toda la humanidad por miles de años más. No hacerlo es suicidarnos.

Jorge Luis Vargas Romero

Anexos:
Dos ejemplos de nuestra irracionalidad en México.

2.- En marzo de 2024, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), 114 acuíferos en México estaban sobreexplotados, lo que representa un 17.5% del total. 
 
Un acuífero se considera sobreexplotado cuando la extracción de agua es mayor a la recarga en un 10% o más. 
 
Además de los acuíferos sobreexplotados, hay otros que no pueden extraer más agua de la que ya tienen concesionada, ya que hacerlo pondría en riesgo el equilibrio de los ecosistemas. 
 
El agua subterránea de México se enfrenta a otros problemas, como la intrusión marina, la salinización y la contaminación. La intrusión marina ocurre cuando el agua del mar se mezcla con el agua dulce de los acuíferos y los saliniza. La salinización se produce por el uso de fertilizantes y pesticidas en la agricultura. La contaminación se debe a fugas y derrames de sustancias como gasolinas, aguas negras y desechos industriales. 
 
Para conservar los recursos hídricos, la Conagua y las autoridades gubernamentales están tomando medidas para mitigar la problemática. 

2.- En México, hay 291 especies de mamíferos en peligro de extinción, amenazadas o sujetas a protección especial. En cuanto al número de especies mamíferas en peligro de extinción, México ocupa el tercer lugar en el mundo, después de Indonesia y Madagascar. 
 
La vaquita marina es el mamífero marino más amenazado del mundo y el único originario de México. 
 
Además de la vaquita marina, otras especies de mamíferos en peligro de extinción en México son: Ballena azul, Ballena gris, Ballena de Rice, Ballena de Bryde.

Jorge Luis Vargas Romero

Por: Redacción2
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