El arte del autoconocimiento y la inteligencia emocional

El conocimiento y la experiencia son fundamentales, pero cuando las emociones negativas nos secuestran, nuestra capacidad de respuesta disminuye drásticamente. La neurociencia lo confirma a través de la Resonancia Magnética Funcional: en momentos de estrés emocional, nuestro cerebro opera de manera menos eficiente. Es por ello que resulta imprescindible aprender a gestionar nuestras emociones, especialmente en el ámbito laboral.

Brené Brown lo explica de manera clara: “Nuestra calidad de conexión con los demás será tan sólida como lo sea nuestra conexión con nosotros mismos”. Para conectarnos con los demás, primero debemos conocernos. Sin este autoconocimiento, nuestras relaciones estarán construidas sobre bases inestables.

El autoconocimiento y el autoliderazgo no solo son claves para nuestras relaciones personales, sino también para el éxito profesional. Estudios de la Universidad de Harvard revelan que el 85% del éxito en el trabajo proviene de nuestras habilidades sociales, no solo del conocimiento técnico.

Esto es un proceso continuo. La mente, al igual que un músculo, necesita ejercicio constante para no atrofiarse. A través del desarrollo de la inteligencia intrapersonal, podemos gestionar mejor nuestras emociones y mejorar nuestro desempeño diario.

Somos adictos a nuestras emociones

Muchas veces, confundimos la paz con el aburrimiento simplemente porque estamos acostumbrados al caos. Nos volvemos adictos a las emociones que habitamos con mayor frecuencia. Es fácil caer en el ciclo del piloto automático, repitiendo comportamientos que, aunque no nos beneficien, nos resultan cómodos por ser familiares.

El síndrome del "sillón mecedor" nos da la ilusión de movimiento, pero sin avanzar en realidad. Solo a través del autoconocimiento podemos identificar estos patrones de conducta que nos frenan y buscar formas de equilibrarlos.

La clave: inteligencia emocional

La inteligencia emocional no solo nos ayuda a entender nuestras emociones, sino que nos brinda la capacidad de discernir antes de reaccionar impulsivamente. Uno de sus pilares fundamentales es el desarrollo de la inteligencia intrapersonal: la relación con uno mismo. Cuanto más nos conocemos, más conscientes somos de nuestras reacciones y elecciones.

La madurez emocional surge cuando entendemos que no podemos controlar lo que los demás dicen o hacen, pero sí cómo reaccionamos ante ello. Cuando somos capaces de controlar nuestras emociones, dejamos de ser títeres de las mismas, y nuestra capacidad de elección mejora en todos los aspectos de la vida.

Aprender a soltar y avanzar

Cada adversidad puede hacernos retroceder, pero lo que realmente debemos cuestionar es nuestra forma de pensar y de ver el mundo. Esperar que las cosas sean como queremos puede ser una trampa; en cambio, debemos esperar más de nosotros mismos y trabajar en cómo respondemos ante los desafíos.

Es común reaccionar con intensidad porque así lo hemos aprendido en nuestros entornos, donde la violencia verbal o emocional es la norma. Cambiar estas reacciones no es fácil, pero cada uno elige su "difícil". La clave está en darnos espacios para sanar y ser más empáticos, no solo con los demás, sino también con nosotros mismos.

Reflexión final

La felicidad no está en manos de otros, sino en la relación que cultivamos con nosotros mismos. Como dijo Bianca Sparacino: "La felicidad siempre se trató de aprender a vivir contigo mismo". Desarrollar nuestra inteligencia emocional es el camino hacia una vida más plena y auténtica, donde nuestra mejor versión nos espera.    

Con cariño

Érika Rosas

Por: Redacción2
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