CIUDAD DE MEXICO (AP) — Negociar con un político como Donald Trump no es una tarea sencilla. Si además quien lo hace es una mujer cuyo carácter nada tiene que ver con el del republicano y preside un país contra el que el estadounidense ha arremetido con dureza, las cosas se complican.
“Trump no negocia con un esquema en el que todos ganen un poco”, explicó Martha Bárcena, embajadora de México en Washington de 2018 a 2021, y que tuvo que hacerlo cuando el republicano amenazó con imponer aranceles a México si no frenaba la migración. “Para él, negociar y ganar una negociación es imponerle al otro sus puntos de vista”.
México se enfrenta a una segunda presidencia de Trump y pocos países pueden igualar su experiencia siendo objetivo de su ira: amenazas de cerrar fronteras, imposición de aranceles, envío de tropas para enfrentar a los cárteles.
Por no hablar de su promesa de deportaciones masivas desde el día 1 de su nuevo mandato que no sólo pueden suponer un reto humanitario para el gobierno mexicano, sino un durísimo golpe a su economía porque las remesas que los mexicanos reciben de sus familiares en Estados Unidos son una de las principales fuentes de ingresos del país.
Aunque esta segunda etapa se parezca a la primera, cuando se evitaron aranceles gracias a que el gobierno mexicano cedió silenciosamente a las presiones migratorias estadounidenses, las circunstancias han cambiado y no necesariamente para mejor.
Trump tiene ahora un discurso más radical que en el pasado, su partido cuenta con mayor respaldo en el Congreso y no tiene frente a él a un líder de carácter similar como era Andrés Manuel López Obrador, sino a una política, Claudia Sheinbaum, con quien la química se apunta más difícil de conseguir.
López Obrador, un expresidente carismático y campechano que no dudó en calificar a Trump de “amigo”, compartía con su homólogo una visión transaccional de la política: tú me das lo que yo quiero, yo te doy lo que tú quieres.
Pero mientras López Obrador se forjó en la política del toma y daca del PRI, el partido hegemónico durante casi todo el siglo XX, la actual mandataria creció en una familia de activistas de izquierda y se forjó políticamente en los movimientos estudiantiles radicales.
“Claudia es más ideológica que López Obrador, por lo que el problema es que la veo respondiendo potencialmente a las políticas de Trump, ya sea en materia de crimen organizado, inmigración o aranceles, con una visión mucho más nacionalista y patriotera”, consideró Arturo Sarukhán, exembajador de México en Estados Unidos de 2007 a 2013.
Además, él teme que la relación pueda complicarse dado que Trump ha usado frecuentemente una retórica misógina.
De momento, Sheinbaum ha logrado un tanto a su favor al ser una de las primeras líderes mundiales en hablar con Trump para felicitarle tras su victoria.
Pero durante la llamada del jueves, el estadounidense hizo dos cosas que dan pistas de cómo puede ser el futuro de las relaciones: dejar claras sus prioridades al sacar “el tema de la frontera” pero sin entrar en más detalles —según informó la propia Sheinbaum— y mandó saludos a López Obrador, mentor de la actual mandataria cuyo discurso y promesas Sheinbaum ha hecho suyas y que algunos consideran mantendrá poder en la sombra.
No todo ha cambiado a peor.
El comercio transfronterizo entre México y Estados Unidos pasa por su mejor momento, con transacciones que superan los 800 mil millones de dólares anuales, y las empresas estadounidenses son más dependientes que nunca de las mexicanas.
Pero el tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá, el T-MEC, está a punto de ser revisado, y México ha introducido cambios legales en su Constitución que Trump podría aprovechar para exigir una renegociación de partes de ese acuerdo.
Sheinbaum afirmó que “hay estrategia y hay diálogo con Estados Unidos y con el presidente Trump” y aseguró que si hay diferencias sabrán resolverlas. Pero también ha sugerido que su gobierno no se dejará amedrentar.
“Cuando se presenten problemas los vamos a afrontar con dignidad, con orgullo y sabiendo a quién representamos, que es a nuestro gran pueblo", indicó.
La experiencia pasada no funcionó demasiado bien.
El exsecretario de Estado con Trump, Mike Pompeo, describió en un libro cómo el entonces principal negociador mexicano, el excanciller Marcelo Ebrard, se doblegó a finales de 2018 ante sus demandas para aceptar que los solicitantes de asilo en Estados Unidos pudieran ser devueltos a México (aunque no fueran mexicanos) mientras esperaban la resolución de sus casos.
Para la exembajadora Bárcena, aceptar ese programa fue uno de los grandes errores porque ahora “sienta un precedente legal muy peligroso” ante la actual promesa de deportaciones.
Según Pompeo, lo único que pidió Ebrard fue que el acuerdo no se hiciera público, algo que el mexicano negó, aunque sí dijo que con su negociación había evitado un acuerdo mucho peor: que México se convirtiera en “tercer país seguro” para que los migrantes que pisaran su territorio tuvieran que pedir asilo en México y no en Estados Unidos.
Hoy Ebrard es secretario de Economía y previsiblemente encabezará la delegación mexicana en la revisión del T-MEC, algo que Trump ha recibido con sorna. ("Nunca he visto a nadie doblarse así", dijo hace tiempo el estadounidense del mexicano).
Ebrard argumenta que tanto el cierre de la frontera como la imposición de aranceles también perjudicaría a Estados Unidos y que habrá que negociar “con sangre fría e inteligencia”.
“Yo estoy optimista, no digo que va a ser fácil... pero la relación con el presidente Trump va a ser muy buena", dijo el jueves. “¿Y qué es lo que nos une? Pues lo que nos une son estos números, es una economía gigantesca” .
Los diplomáticos entrevistados ven peligroso ese optimismo y el minimizar las amenazas.
Bárcena consideró un error abordar ciertos temas desde la “racionalidad económica”, por ejemplo, pensando que los migrantes mexicanos son clave para la economía estadounidense, cuando “la lógica que está imperando en Trump respecto a migración es la lógica de la seguridad nacional y de las luchas culturales identitarias”.
Otras preocupaciones importantes de Trump, el poder recuperar empleos en Estados Unidos y la creciente rivalidad con China, también pasan por México.
Fabricantes de automóviles extranjeros han establecido docenas de plantas en México y a algunos estadounidenses les preocupa que compañías chinas puedan hacer lo mismo para aprovechar las actuales normas comerciales y exportar a Estados Unidos.
No ayuda el que Sheinbaum haya impulsado cambios constitucionales p lanteados por López Obrador como la reforma judicial recién aprobada que, según el gobierno estadounidense, podría acabar con la independencia judicial, una exigencia del T-MEC.
Además, “si siguen adelante con la eliminación de reguladores independientes y organismos autónomos —-una iniciativa en trámite parlamentario— eso va a ser una nueva violación del T-MEC”, dijo Sarukhán. “Y entonces eso va a empeorar aún más las cosas. Obviamente, la gran pieza va a ser China y la huella china en México”.
Y luego está la lucha contra el crimen organizado.
Sheinbaum asumió el cargo el 1 de octubre y como su predecesor jamás aceptaría que fuerzas estadounidenses operaran de forma independiente en suelo mexicano.
Sin embargo, parece estar abandonando tácitamente la estrategia de López Obrador de no enfrentarse a los cárteles y hay señales que podrían apuntar a un mayor esfuerzo en la lucha antidrogas, como la reciente incautación de más de 300 mil pastillas de fentanilo cuando en 2020 apenas se requisaban 50 gramos por semana.
Pero Bárcena advierte que “en seguridad se ha perdido la confianza en la cooperación México-Estados Unidos”, y pone como ejemplo la polémica tras la detención de dos importantes líderes del Cártel de Sinaloa en julio. Y en este terreno, es posible que Trump “quiera empezar casi de cero de nuevo”, agrega.
Mientras se confirma hasta dónde llega Trump en todas sus promesas, Sarukhán está convencido de que “levantará la voz fuerte y llevando un gran palo”.
Con información de proceso.com.mx