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Esconderse y resistir, el remedio de los migrantes ante la cacería de Trump

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– El pánico, ansiedad e incertidumbre serpentean entre los migrantes radicados en Estados Unidos tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Con la serie de órdenes ejecutivas que criminalizan y persiguen a los indocumentados, éstos se han visto obligados a esconderse.

Desde que tomó protesta el 20 de enero último, el mandatario republicano impulsó la militarización de la frontera estadunidense con la mexicana y su feroz campaña de deportaciones que desató de inmediato los arrestos de indocumentados.

En el papel y en los hechos, Trump se refiere a la migración como una “invasión”; ese calificativo desató una diáspora de terror entre la comunidad de migrantes que permanece en territorio norteamericano sin documentación. Se trata de personas provenientes de México, Venezuela, Guatemala, Colombia y El Salvador, entre otros países.

Proceso contactó a tres personas en situación de movilidad que viven en estados republicanos con un “estatus ilegal”.

Obtener sus testimonios fue difícil porque tienen el temor de estar siendo “vigilados”, así como en sus celulares y redes sociales. Para ellos, conceder una entrevista significaba el riesgo de ser intervenidos por autoridades migratorias en sus llamadas y mensajes de texto.

“Roberto” no es su nombre real, pero sólo así un migrante oriundo de Guerrero aceptó compartir su testimonio desde un teléfono público. Comienza disculpándose con esta reportera por sus precauciones; reconoce que no sabe si sus medidas son “exageradas” o pertinentes. Tiene 45 años y dice que tiene una década radicado en Tampa, Florida, donde conoció a su esposa, una guatemalteca que lleva seis años viviendo en Estados Unidos.

Roberto explica que se dedica a la jardinería. “Es un buen negocio si uno sabe hacerlo bien”. Sin embargo, ya suma 15 días que no se ha presentado a trabajar porque “tenemos miedo de ser detenidos y que nos cambie la vida”.

Ante ese escenario agradece a sí mismo por haber ahorrado para soportar emergencias como la que padece. “Creo que puedo estar cuatro meses sin preocuparme por dinero, pero lo que me preocupan son otras cosas, vivo con miedo por mí y mi mujer”.

Su mayor angustia –confiesa Roberto– es ser deportado y que lo separen de su esposa, pues ella no tiene familia ni amigos en su país de origen. Por lo menos yo tengo a mi hermana y a mi sobrino; les mandaba dinero, pero con esto (las redadas) menos, tenemos que estirarlo”.

El nerviosismo de Roberto aumenta conforme transcurre la llamada porque dice que ha escuchado sobre retenes, “como los de México”, en los que las autoridades migratorias interceptan a cualquier persona para pedirle su documentación. Se siente aliviado de no haberse cruzado con ninguno hasta ahora.

Explica que tiene intenciones para regularizar su estatus, que estudia los procesos legales, aunque se siente a la expectativa de cómo las decisiones de Trump afectarán sus posibilidades.

Con el regreso de Trump se desataron las redadas antimigrantes. Foto: ICE

Antes de colgar, habla sobre las esperanzas que le quedan: piensa que existe la posibilidad de mudarse a un estado demócrata, donde no gobierne un hombre “malo” como el republicano, Ron DeSantis, en Florida.

“También pensamos en regresar a México, juntos, pero la verdad nos acostumbramos a otra vida, es por lo que luchamos; no ha sido fácil desde antes de Trump”.

Narrativa xenófoba

En El Paso, Texas, la organización dedicada a apoyar a los migrantes, HOPE Border Institute, está consciente de la vulnerabilidad a la que están sujetos los indocumentados. Así lo comparte el subdirector de Migración Global, Jesús de la Torre en una videollamada.

“Nos preocupa la seguridad de las familias o de las personas en movilidad, de las personas que llevan tanto tiempo viviendo en Estados Unidos y para los cuales es su hogar porque llevan décadas.

“Nos preocupa también la posibilidad de buscar refugio en Estados Unidos, que ya no se permita a la gente buscar seguridad cuando vienen huyendo de regímenes que los persiguen, de violencia, de maltrato y abuso.

“Nos preocupa también el futuro de las comunidades fronterizas en el sentido de que se mantenga la vida de la comunidad, que la gente pueda realizar su vida sin el miedo a que los vayan a parar, o que los vayan a detener por el mero hecho de ser de otro país o tener otra apariencia física. Son preocupaciones muy reales”.

De la Torre advierte que, con la militarización de la frontera, aumentarán los abusos y violaciones contra los derechos humanos: 

Cuando se permite que los agentes utilicen la fuerza contra las personas que están buscando seguridad, incluidas las familias, se producen más acontecimientos violentos y más violencia para la familia.

La militarización, alerta, ocasionará que los migrantes busquen rutas que sean más peligrosas y más difíciles de encontrar, con lo que aumenta el riesgo de que mueran o sufran accidentes en el camino.

Desde que Trump asumió la presidencia, en el HOPE Border Institute han reportado una reducción en el número de personas que cruzan: “La gente se encuentra realizando planes, especialmente a raíz de la suspensión de CBP One (una aplicación móvil gratuita que Trump canceló porque permitía a los migrantes solicitar asilo en EU), algunas personas están todavía esperando, otras han decidido intentar buscar alternativas en México, encontrar otra manera de regularizar su situación; otras personas están pensando todavía en intentar cruzar hacia Estados Unidos y pedir asilo o incluso volver a sus países de origen, lo cual también es peligroso”.

Se refiere a todos los latinoamericanos que lograron llegar a la frontera con la esperanza de generar una cita en la aplicación CBP One.

Otro factor a tomar en cuenta, del que habla Jesús de la Torre, es el impacto que tiene la criminalización de migrantes en la comunidad fronteriza de El Paso: “Los casos criminales cometidos por migrantes, pues son muy sonados y claro que para eso existe la justicia, pero la gran mayoría de los migrantes no cometen crímenes (...) Esa vinculación de migración y crimen también es de cuidado porque podemos caer en estereotipos que no representan la realidad de las personas y de muchas comunidades. Ese es el caso, por ejemplo, de las comunidades venezolanas”.

El discurso de Donald Trump promueve una narrativa xenófoba, afirma el subdirector del centro de ayuda: “Lo hemos visto una y otra vez en Estados Unidos contra comunidades musulmanas, judías, latinas y asiáticas; es un odio que al final se encarna en actos de violencia y tenemos que condenarlo tanto en la retórica como en la práctica”.

“No lo vemos tan malo”

Para Alejandro Calvo, un colombiano que vive legalmente con su esposa en Atlanta, Georgia, donde tuvieron un bebe, la llegada de Trump a la presidencia no es un hecho tan negativo.

Lo que nosotros percibimos también como familia que estamos viviendo en Estados Unidos, lo hemos percibido no tan de mala manera como todo el mundo lo creería (...) No lo estamos sintiendo cómo un presidente malo.

Asegura que donde vive las cosas “están tranquilas”, pero admite que no es la misma situación para todos; por ejemplo, comparte la historia de unos amigos que viven indocumentados en Maryland, un matrimonio colombiano que tras 10 años viviendo en Estados Unidos ha tomado la decisión de regresar a su país por las amenazas del mandatario estadunidense.

Calvo rechaza los mensajes xenófobos de Trump y reconoce que han aumentado las manifestaciones de discriminación desde que asumió la presidencia.

Sin embargo, está de acuerdo con el cierre que implementó en la frontera: “Malo para nosotros no es porque el trabajo ha aumentado, para nosotros en general ha aumentado y, como te digo, en este momento estamos viviendo en Estados Unidos, queremos lo mejor para nosotros”.

División por el cierre fronterizo

En la ciudad de San José, en California, un grupo de amigos de la comunidad hispana se reúne para jugar futbol; hay guatemaltecos, mexicanos y peruanos. Algunos de ellos son indocumentados.

En general, se sienten seguros frente a las políticas de Trump, sobre todo después de que el 7 de febrero el gobernador de California, Gavin Newson, promulgó leyes que destinan 50 millones de dólares para defender a los migrantes ante los planes de deportación masiva.

Entre el grupo está Sergio, que es de Acapulco, Guerrero, y llegó al otro lado cruzando por Nogales, Sonora. Toda su familia está en Estados Unidos con papeles; él es el único que no los tiene todavía.

Las deportaciones masivas en EU. Foto: @PressSec

Ha escuchado hablar sobre el temor que sienten algunos paisanos y otras personas en situación de movilidad que habitan diferentes estados: “Ha afectado algunos supermercados, pues tú sabes los latinos, pues la gente no quiere salir, la gente tiene miedo, pero, pues toca salir, hacer el día a día, tenemos que comer, tenemos que hacer nuestros pagos. La gente tiene familia, pienso que esto ahora sí que ya es a la de Dios, al que le va a tocar le va a tocar”.

Su opinión de Trump es buena cuando habla de trabajo, asegura que aumentó y recuerda que con otros presidentes batalló para conseguirlo. En cuanto a sus políticas migratorias y el cierre de la frontera, opina: “Todos tenemos derecho a una oportunidad, no creo que sea lo correcto cerrar la frontera”.

Su compañero Marco, que es de Perú y lleva cinco años indocumentado en Estados Unidos, opina diferente sobre el cierre de la frontera: “Pues lamentablemente cuando uno abre las puertas de su casa se meten a veces las personas malas y hay que cuidar eso.

Hay personas que han sido víctimas de inmigrantes malos, entonces hay que pensar también en ellos (...) hubo muchas olas de robo, de iPhone, de paquetería, de delincuencia… Mucha prostitución también.

Al preguntarle sobre la situación de los migrantes que cruzan con la intención de trabajar y llevar una vida en paz, responde: “Justos pagan por pecadores”.

Con información de proceso.com.mx

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